El Objetivo de Ana Pastor lleva tan solo dos programas en emisión, pero ya apunta maneras a convertirse en asignatura troncal para todos los programas informativos de la cadena. Desde aportar el ‘fact check’ como elemento de análisis periodístico, algo que siempre ha existido, pero que hasta ahora no se practicaba en exceso en los programas de información, hasta servir de cebo de sí mismo y elemento de análisis de otros programas de similares características de la cadena.
Lo hemos podido ver desde el arranque del programa, que utilizaba a Jordi Évole, desplazado de su horario habitual y convertido en entrevistador jocoso de su nueva compañera en la noche de los lunes. Siete días más tarde era Wyoming quién se presentaba junto a Pastor para hacer la entradilla del programa, que alargaba su duración para mostrar lo más destacado de su primera entrega. Los números de los ERE de Andalucía y su delirante proceso de inflado han formado parte de el programa Al Rojo Vivo, como también lo han hecho las declaraciones en entrevista del presidente de economía Luis de Guindos, que también ocupaban espacio relevante en los informativos del lunes. Asumo que El Intermedio no lo pasaría por alto, del mismo modo que no lo hizo Más vale tarde y que lo hará el próximo sábado La Sexta Noche, granando así la programación de distintas píldoras autoreferentes destinadas a alimentar su programa estrella.
Esta estrategia ha sido la estrella de la parrilla de Telecinco desde que se erigió en la cadena referente de los reality, repartiendo contenidos destinados a alimentar el programa de turno, ya fuera Gran Hermano, Operación Triunfo, Supervivientes… Los debates en torno al programa, las entrevistas a los expulsados o los ya desaparecidos resúmenes del día emitidos antes del prime-time tenían una única función: mantener al espectador atrapado en torno a un solo programa pero a lo largo de toda la jornada, permitiendo que nadie se perdiera absolutamente ninguna acción relevante, ninguna bronca, ninguna salida de tono que pudiera ayudarnos a desear la expulsión de un concursante o ver ese beso robado que las cámaras llevaban días persiguiendo y que subiría un puntito las audiencias.
Tan distinto pero al mismo tiempo tan parecido desde que la política española se ha convertido en un reality, un hecho lamentable pero que día a día vamos constatando con cada nueva información, con cada declaración en los tribunales, con cada salida de tono de un político enfadado. La Sexta, erigida en cadena de información y análisis de la actualidad está logrando aprovechar estos vaivenes, esta desolación de la ciudadanía en un espectáculo informativo, en un entretenimiento que permite estar enganchado a todos los programas de la cadena que analizan esta actualidad. Pese a su línea editorial, o deberíamos decir gracias a ella, una que no ocultan y que es tan legítima como la de periódicos que llevan la suya por bandera desde hace décadas, han logrado ser el referente para muchos espectadores que buscan información, análisis y también entretenimiento. Con las mismas herramientas que otros han utilizado para ser cadena de referencia en otros géneros, La Sexta está consiguiendo forjar una imagen clara y una personalidad propia en torno a la información, muy lejos ya de aquellos principios en los que se buscaba ser una cadena familiar, la cadena del entretenimiento por excelencia.
Ferreras me pone.
Pero mucho, ¡qué osazo!