Dice Ana Pastor que su principal interés a la hora de hacer El Objetivo, su nuevo programa de información en La Sexta, es precisamente eso, construir un programa objetivo donde no exista la opinión y los hechos comprobados y comprobables sean los protagonistas. Cuánta falta hace algo así y qué difícil va a ser conseguirlo, por muchos motivos, tantos formales como ideológicos.
De una parte, hacer periodismo de datos es algo tremendamente aburrido, y no solo eso, es que además el espectador medio no entiende el significado de esos datos y es cuando interviene el «explicador» cuando se corre el riesgo de caer en la inevitable subjetividad. Incluso dando solo datos se puede ser subjetivo, aportando unos y escondiendo otros, pero es realmente en su análisis donde uno no puede evitar que sus ideas asomen.
Ojo que estas ideas no tienen por qué ser políticas: un economista puede apoyar distintas teorías, un médico puede estar a favor o en contra de determinadas actuaciones o investigaciones, hasta un ganadero entiende los datos según su trayectoria vital y profesional. Aunque es una costumbre muy española, no es necesario que todo lo entendamos desde un punto de vista político. Las ideas no siempre son de derechas o de izquierdas y las personas, hasta los partidos, hace tiempo que dejaron de estar anclados a una ideología estricta. La vida son matices y estaría bien que lo aplicáramos a todo lo que nos rodea, política y periodismo también.
Mientras maduramos en este sentido, el mencionado periodismo objetivo lo tiene muy difícil para salir adelante y cuajar entre la audiencia, también por el pasado que persigue a unos y otros y no nos deja empezar con una mente abierta. Hay muchos espectadores que, sin haber visto siquiera una entrevista completa de Ana Pastor, ya la tienen etiquetada como anti-PP por lo que su inclinación a verla será escasa, máxime si para ello tienen que pulsar el 6 de su mando a distancia. Otros correrán a poner el nuevo programa solo para disfrutar con la caña que la periodista le meta al partido en el gobierno y esos también protestarán, porque creerán que se queda corta.
Afortunadamente, creo que entre unos y otros es donde se encuentra la mayor parte de la audiencia y de la ciudadanía a la que representan y es ahí donde posiblemente estén buscando hacer camino, en ese grupo de personas dispuestas a escuchar, a analizar por su cuenta, a entender que a veces los datos darán la razón a unos y en otras ocasiones a otros, en muchos casos, lamentablemente, a ninguno de los dos. La pena, es que este tipo de público es el menos ruidoso de todos y la televisión, como cualquier otro medio de comunicación, al final vive de lo mucho que se hable de sus programas, de sus protagonistas. Hacer las cosas bien quizá sea más fácil de lo que pensamos, pero hacerlas bien y que se sepa, que se sea relevante, que llegue a los oídos de mucha gente, es la tarea realmente complicada.
Estoy completamente a favor de los medios de comunicación con ideología propia, siempre y cuando la dejen bien clara para que todos sepamos poner el filtro adecuado a sus informaciones. Pero también creo que se impone la necesidad de otro tipo de periodismo complementario, el que no escaquee datos importantes, el que aporte todas las cartas a la partida y nos deje pensar, ese que aparentemente es el que Ana Pastor está buscando hacer en este nuevo programa. Ojalá lo consiga y sea un ejemplo a seguir porque yo, personalmente, estoy un poco cansada de tanto periodista chillón y opinativo.
No lo vimos entero pero a los hechos desnudos se sumaron bastantes trazas de ideología que desvirtuaban la intención inicial. Se quedó bastante lejos de los programas de Évole, cada vez más enrocado en lo tendencioso.