El pasado domingo me enteraba por twitter de que había un montañero, Juanjo Garra, lesionado y a la espera de ser rescatado en alta montaña, concretamente en Dhaulagiri. Me enteraba por una serie de carambolas tuiteras, de esas que tanto le gustan a Kevin Bacon y que hacía que entre Juanjo y yo solo hubiera dos grados de separación.
Eran muchas las personas que estaban siguiendo la aventura, finalmente convertida en tragedia, con el optimismo de quienes habían trabajado con él en experiencias de duro montañismo y otras más televisivas pero nada fáciles tampoco, como Desafío Everest. Tan optimista era Jesús Calleja en su seguimiento del rescate el domingo por la mañana, que me sorprendía ver en el informativo del lunes que finalmente no había podido salir adelante y el montañero había fallecido.
Podría parecer que se trata de una tragedia más en la cumbre y en efecto así lo es pero, televisivamente hablando, informativamente debería decir, hoy eran muchas las personas que se quejaban del escaso seguimiento de los esfuerzos por salvar la vida de Juanjo Garra y el sherpa que le acompañaba, historia llena de épica por las noches al raso que ambos durmieron sin perder el aliento, sin sucumbir al frío, por los otros montañeros que encontraron en el camino y que fueron rescatados, estos sí, aún con vida y por tantas otras cosas que desconocemos y que solo quienes han subido un 8000 pueden describir. Es una historia terrible y a la vez tan potente, informativamente hablando, que sorprende que no se le ha prestado más atención y al mismo tiempo casi debemos agradecer que no se haya hecho.
Como nunca llueve a gusto de todos, serán muchos los que estos días hayan pensado que no se prestaba suficiente atención a lo que estaba pasando en el Dhaulagiri y se preguntarán por qué. Me atrevo a pensar que el principal motivo haya sido la dificultad de hacer un seguimiento mayor del ya mostrado, por la ausencia de noticias desde el epicentro de la noticia y la dificultad de comunicarse con los distintos campamentos que, en el camino a la cumbre, podían aportar algo nuevo a lo que ya se sabía: que el rescate estaba en marcha, que era terriblemente duro, pero que todos los implicados lucharían a muerte porque llegara a buen fin.
Algunos se han aventurado a decir que convertir esta expedición en una aventura televisada hubiera sido dotar de romanticismo a un deporte extremo, ya de por sí suficientemente peligroso y no apto para cualquiera, uno que ha acabado con la vida de no pocos montañeros a lo largo de la historia, precisamente por lo adornado de todas las historias que nos llegan de expedicionarios que han hecho cumbre y vuelven embriagados con la experiencia, dispuestos a volver a arriesgar su vida tan pronto puedan subir de nuevo.
Es un interesante punto de vista, uno que puedo llegar a compartir, uno que de hecho he manifestado en alguna otra ocasión en la que se han hecho programas con protagonistas de extremas aficiones, fomentadas por la popularidad que la propia televisión o prensa general les otorga y que no sobrevivirían, los programas, de otra manera. Este caso sin embargo es distinto, pues solo alguien verdaderamente entregado a este deporte sube allá arriba, solo alguien muy preparado físicamente, alguien que subiría en cualquier caso aunque no hubiera un marca patrocinadora detrás (¿sabemos siquiera si estaba patrocinada esta subida? ¿importa acaso?). En cualquier caso, hubiera sido una buena oportunidad también para profundizar en estos riesgos, en la dureza de este deporte, en lo difícil de llegar y conseguir regresar con vida.
Como en todas las tragedias, el tratamiento de la información nunca se hace ni lo suficientemente a fondo para quienes están muy interesados, ni lo suficientemente discreto para quienes prefieren no conocer los detalles. En este caso, parece que se haya quedado algo corto, aunque la huella dejada por el montañero quede para siempre en quienes le conocieron y trabajaron con él, en quienes compartieron ascensos, sonrisas y proyectos televisivos de audiencia discreta que sin embargo, han marcado para siempre a quienes participaron.