Anoche se estrenaba en Cuatro la última producción tróspida de Cuatro Cabezas, Un príncipe para Corina. Con un formato muy similar al de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, este nuevo programa tiene una sola protagonista, una española de raices argentinas, que se enfrenta a sus pretendientes divididos en varios grupos según sus características particulares. Así, tenemos a los guapos, los nerds, los simpáticos y los únicos, algunos muy metidos en su papel, otros absolutamente inclasificables.
La primera impresión del programa es que nos encontramos ante algo que ya hemos visto y que, de tan trillado, resulta un poco cansino. La edición irreal, los juegos con los planos recurso y los efectos de sonido no sorprenden porque los hemos visto antes y hace muy poco además, por lo que la tentación es la de cambiar de canal.
Sin embargo, si aguantas un poco, y no es difícil porque los especímenes seleccionados llaman la atención, el programa te engancha precisamente por todas esas cosas que ya hemos visto y que eran la auténtica clave del éxito de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? Fundamentalmente dos: la edición final y el casting.
La utilización de cosas como los gestos, las meteduras de pata, las risitas, las canciones elegidas, da como resultado una autentica comedia que está guionizada, pero a posteriori. Nadie en sus cabales podría imaginar las cosas que van a terminar diciendo estos candidatos, las miradas que van a intercambiar los protagonistas, los gestos de nerviosismo que podemos llegar a interpretar de mil maneras. Una vez grabadas las entrevistas y las interacciones de los participantes, el trabajo de armar el puzzle definitivo seguramente precise de un guión bien armado que no hace sino mostrar el gran talento que hay en el equipo creativo del programa. Aderezarlo con fondos de pantalla, canciones con más de 30 años que parecen creadas para este programa o juegos de plano/contraplano que no se corresponden es la cobertura de un pastel que no sería nada sin ella.
Parece claro que estos candidatos a príncipes son capaces de decir cualquier cosa que pase por su cabeza, pero también vemos claro que existe una cierta guía cuando son entrevistados, una provocación a contar cosas sobre sí mismos que, en condiciones normales, tendrían pudor en comentar pero que, en este caso, son animados a contar, con el consiguiente rubor en quienes terminan presumiendo de tener grandes coches, bellas facciones o entretenimientos mal vistos. El resultado final es tremendamente jugoso, una joya para la edición final.
Encontrar a estos nuevos «tróspidos» puede parecer un trabajo sencillo e incluso uno irreal, como si nos enfrentáramos a actores interpretando el papel pero, sinceramente, creo que nos encontramos solo ante un gran trabajo de selección, un equipo de casting a la altura de lo que el programa necesita. Si a estas personalidades extremas unimos la capacidad para hacerles decir lo que se necesita para el programa, el resultado es esta cosa indescriptible a la que no sabría si calificar como gran programa de televisión o un lamentable panorama del estado general de la sociedad. Sea como sea ¡lo que me divierto!
En mi opinión está todo un poco demasiado forzado. Creo que la primera edición de «Quién quiere casarse con mi hijo» triunfó gracias a cierto acierto -valga la rebuznancia- al elegir unos protas que con todos sus arquetipos mantenían cierta sinceridad en pantalla y te los creías bastante en sus roles, pero tanto la 2ª como este pseudo spin-off se han recreado ya en el exceso puro y duro de los concursantes elegidos y para mi el efecto ya no es el mismo.
Esp si, el nivel técnico, de edición, etc, chapeau, pero,lo dicho…