Los nombres de actores de reconocido prestigio que en estas últimas semanas aparecen en los medios como fichajes de nuevas series por estrenar, especialmente Gran Reserva el origen y Galerías Velvet, son una prueba más de cómo la televisión va ganando en calidad y ha dejado de ser un mercado menor, incluso se permite llenar de nombres conocidos una serie de sobremesa. La crisis tiene parte de la culpa, pues solo ahora que los actores no encuentran películas en las que aparecer, es cuando están dispuestos a escuchar las propuestas de las productoras y las televisiones. Muchos de esos que miraban la televisión con desprecio y se sentían seres superiores por dedicarse al mundo «del Arte» haciendo películas, muchas de las cuales eran bastante peores que cualquier episodio de Ringer, achuchan ahora a sus representantes para lograr una llamada que les abra las puertas de la pantalla de televisión, en no pocas ocasiones más grande que la del cine, en todos los sentidos.
Que la ficción española haya ganado en calidad en estos años, que se produzcan series tan cuidadas como cualquier película y también, que otros actores de prestigio no tengan reparo en participar en ellas y muestren su satisfacción con el sistema de trabajo y los resultados, son un atractivo más para que estos nombres se sumen a los nuevos proyectos. Lo vemos en España, pero también es desde hace años una constante en el mercado norteamericano, donde las caras más importantes del cine ya hace tiempo que no tienen reparos en aceptar papeles en series: Dustin Hoffman, Kevin Spacey, Sally Field, Kevin Bacon, Angelica Houston…
La producción en cine y televisión es muy distinta, los ritmos de trabajo, los cambios de última hora, los vaivenes de la contraprogramación, elementos internos y externos que afectan a todos los miembros del equipo técnico y artístico de una manera que nunca en el cine se plantea. Sin embargo, el principal cambio que deben afrontar estos actores «reconvertidos» es el de las audiencias. Sí, cuando haces una película te preocupa la taquilla y quieres que la crítica hable bien de tu trabajo, pero al final, es un trabajo que hiciste hace un año, tu mente está ya en otra cosa y, sobre todo, ya has cobrado. En televisión sin embargo, la cosa es mucho más tensa y estresante, las grabaciones van a veces muy pegadas a la fecha de estreno, lo que el público y la crítica dicen te afecta cuando aún estás desarrollando el trabajo, metido en el papel y además, cada mañana después del estreno sabes que ese puede ser el último día. Utilizando la muy manida expresión: es la tiranía de las audiencias.
Las crisis tienen estas cosas: algunas empresas desaparecen, algunos sectores se resienten y, en muchos casos, sirven para reordenar algunas cosas que funcionaban por inercia o simplemente no funcionaban y se mantenían de modo artificial. El público español es mucho más afín a lo que se cuenta en las series de televisión que a lo que el cine muestra, pero muchos de sus profesionales no estaban dispuestos a dar el paso de una industria a la otra y, si lo hacían, era por precios que ninguna empresa privada podía pagar de forma regular. Desaparecido o reducido el dinero público, son muchos los buenos profesionales que han de mirar a otras fuentes de trabajo e ingresos y solo ahora la televisión les resulta atractiva. Supongo que no faltará quién, currante de la tele de toda la vida, tenga ganas de decir «pues con tu pan te lo comas», pero al final ¿quién no quiere en su equipo a un profesional de calidad? ¿Quién no aceptaría un nombre de primera línea en su elenco para promocionar una nueva serie?
Que algunas productoras trabajen tan bien como lo hacen también ayuda, que no todo va a ser mérito de la crisis.
Esperemos que sí, que la calidad de las series aumente con las «incorporaciones» del cine.
Fíjate que pienso que para el actor, y para los escritores, que le gusta el teatro, la televisión es más afín. Ganarse cada semana a la audiencia es como ganársela en cada representación sobre las tablas.
Saludos