Las comparaciones son siempre odiosas, pero no puedo evitar leer informaciones sobre Dreamland y pensar en cómo se la está pegando Smash en audiencias y como su paso al sábado es la sentencia de muerte firmada que ya avanzaban sus malos resultados. Poco tienen en común una de las series más prometedoras de la pasada temporada en EE.UU. con el proyecto de Mediaset que, desde su presentación hace ya casi un año, ni ha visto la luz, ni se confirma siquiera que llegue a verla alguna vez, pero ambas comparten una cosa: son historias sobre el teatro, sobre como cuesta sacar adelante una producción musical y ambas comparten cierto grado de realidad/ficción (no tanta como hubiéramos querido muchos, que apostábamos por un Bombshell real en Broadway).
Dejando a un lado estos parecidos razonables que seguramente solo estén en mi imaginación, fruto de la confluencia de noticias sobre ambas series en el tiempo, a lo que sí es cierto que se parece Dreamland cada vez más es a Un paso adelante (aka UPA) y digo cada vez más porque, lo que empezó siendo presentado como una especie de docu-reality ficcionado (¿acabo de inventarme un formato?) está evolucionando en serie de ficción 100% interpretada, obviamente, por gente que ha estudiado arte dramático, danza y canto, como no podría ser de otra manera en un género como este.
Pero como no todo puede ser materia prima novel y hacen falta algunas caras conocidas que no solo aporten marketing al programa, sino que sirvan también de soporte estructural para el mismo, hoy es noticia el fichaje de Natalia Millán para la serie, respondiendo quizá así a todas las preguntas que muchos se han hecho estas últimas semanas sobre su presencia, un tanto fuera de lugar, en Mira quién salta. Personalmente, creo que no desentonaba en absoluto en el formato acuático, pues aparte de algún friki de profesión desconocida o venida a más gracias a escándalos, escandalitos o escandaletes del corazón o algún reality, no es menos cierto que entre los saltadores hay un poco de todo y todos, o casi todos, están demostrando tomarse el programa más como lo que es, un espectáculo en torno al deporte o las pruebas deportivas, que como un programa del corazón o un reality en el que prime el conflicto entre los concursantes, como podría parecer en sus primeros días en antena.
Sea como sea, mucho me temo que el futuro de Dreamland no pinta demasiado bien y, como tarden mucho en sacarlo adelante, terminará por ser un show autoreferente de los aspirantes a protagonizar una serie de éxito sobre unos aspirantes a protagonizar una serie de éxito que nunca tuvieron éxito.