Que la clase política de este país está fatal es un hecho que difícilmente admite discusión. Simplemente poner los informativos cada día proporciona al ciudadano una sensación de podredumbre tal que la tan famosa «desafección» por los políticos es casi lo más suave que les puede pasar. Se impone la vuelta a unos básicos, una limpieza a fondo y, sobre todo, que los votantes encuentren algún punto en común con esos señores que, cobrando de nuestros sueldos, se suponen representantes de nuestros intereses.
Para este fin, la televisión ha sido siempre un gran aliado, pues a pesar de quienes quieren acabar con ella como medio de entretenimiento de masas y auguran su próxima desaparición, sigue siendo uno de los principales elementos de creación de comunidad alrededor de eventos y personas. Tanto para bien como para mal, los políticos se disputan los primeros planos en cada informativo, buscan la mejor hora para hacer sus apariciones públicas coincidiendo con los tiempos de producción necesarios para abrir telediarios o se esconden tras un enfrentamiento deportivo de primera magnitud hasta que la tormenta escampe.
Hace más de dos décadas ya, Jesús Hermida presentaba un debate político que nos acercó a la personalidad de muchos de los políticos de primera línea del momento. Podríamos comparar aquello con 59 segundos, El gran debate o Al Rojo Vivo pero, o mi memoria me falla, o en aquel momento los extremismos y el «tú más» no alcanzaban las cotas de ridiculez que encontramos ahora, ni en políticos, ni en periodistas, que cada vez se mimetizan más en estas formas de afrontar la realidad del país y sus problemas. No recuerdo desde entonces otro programa que haya «naturalizado» a los políticos de igual manera, aunque es posible que la culpa no sea de los formatos, sino de los propios políticos, que han ido degenerando.
Y en medio de todo esto, de repente un reality de famosos decide que lo mejor que pueden hacer los representantes de los ciudadanos para acercarse a sus votantes es tirarse a la piscina y propone a la «famosísima» Olvido Hormigos que se una a deportistas, colaboradores de programas del corazón, novias de y otras celebrities del estilo para amenizar las noches del prime-time. Y ella, se tira literalmente a la piscina y dice que sí, a lo que sus compañeros de partido responden «o ellos o nosotros». Y vuelve a surgir la polémica en torno a esta mujer, a la que ya todos habíamos olvidado.
Dejando a un margen de dónde viene la popularidad de esta señora, que en última instancia es lo que lleva a la cadena a proponerle su participación ¿tiene sentido que un concejal de una pequeña localidad participe en un programa de televisión de estas características? Recordemos que los concursantes están en Canarias entrenando, es decir, no van y vienen de plató un par de días a la semana, ni pueden compatibilizar su presencia en el programa con otras responsabilidades diarias como entiendo es la de ser concejal, por muy pequeño que sea tu pueblo. Y aún si pudiera organizarse para mantener controlado su trabajo en el ayuntamiento (por el que según parece no percibe sueldo alguno) ¿es esta la manera de acercarse a los ciudadanos, de demostrar a los votantes que un político sigue siendo una persona normal, con las mismas inquietudes que cualquiera de sus vecinos?
Porque luego vemos a Mrs.Obama en un programa americano bailando como una loca y se nos cae la cara de envidia (a algunos) con la cercanía de sus políticos, con la naturalidad con la que se embarcan en cuestiones del día a día que, en última instancia, sirven para trasladar buenos hábitos a los espectadores. ¿Y entonces qué: aprobamos o no aprobamos?
En este caso particular, creo que el problema de Olvido Hormigos es que, con este fichaje, su pudor y su deseo de pasar desapercibida ya no son creíbles. Su episodio erótico-festivo la puso en el punto de mira de todo el país por algo que nunca debía haber trascendido, pues pertenecía a su vida privada y porque, mientras haga bien su trabajo, no debería importarnos qué, cómo o con quién se divierte. Sin embargo, una vez que aprovechas esta circunstancia para seguir en el candelero y ganar dinero con ello, toda la simpatía que en un momento dado pudiste generar pasa a un segundo plano y sobresalen el interés por ser popular y el dinero, precisamente aquello que nos sobra en la clase política. Pero démosle una oportunidad, igual resulta ser una persona divertida, solidaria, encantadora, compañera de sus compañeros y todo termina por ser una excelente campaña de promoción para una futura y meteórica carrera política.
Yo soy de la opinión de lo que expones en el último párrafo.
Y si esto es una campaña para una carrera política….apaga y vámonos. Espero que no sea otra cosa que afán exhibicionista.
Lo de compaginar el programa y la función pública no me parece tampoco de recibo. Lo siento, pero no. Aunque no cobre. Me da igual. Pero eso es desantender al pueblo.
Políticos: suma y sigue. Que casta.