Lo confieso: nunca había visto La hora de José Mota, aunque sabía perfectamente cuando se emitía, el éxito que tenía y cuales eran algunos de sus personajes más significativos. ¿Cómo no saberlo si su éxito los había convertido en referentes de la cultura popular española del momento? Por eso, cuando los cambios en TVE hicieron que Mota pasara de la cadena pública a Telecinco, no le di mayor importancia como espectadora, pues no contaba con ver el programa allí tampoco.
Sin embargo, cosas del marketing, tanta presión mediática en los últimos días y el hecho de que el jueves no sea uno de los días más potentes para mis gustos particulares, lograba picar mi curiosidad, alimentada sobre todo por las numerosas referencias televisivas con que parecía venir cargado el programa. Y así, convencida de que no se trataría de un programa hilarante, pero quizá sí de un buen entretenimiento para pasar el rato, he visto el estreno completo de La noche de José Mota y he de decir que no me lo he pasado mal.
A diferencia de lo que pueda parecer a simple vista, este tipo de programas no se puede ver si no es con total atención; perderse la frase graciosa del sketch o el gesto justo sobre el que se pretende descargar toda la gracia resulta una pérdida de tiempo y el resultado es hora y media de expectación con altibajos. Me han gustado las parodias de los programas de televisión, aunque la de El último superviviente se me hizo muy larga, y agradezco que se le permita seguir mirando a la competencia y reírse igual de Cifras y letras o el más competitivo Tu cara me suena que de los programas de Mediaset. Por cierto que siempre tengo la duda de cuánta gracia tendrán algunas de estas referencias para quienes, no solo no ven el programa original, sino que ni siquiera saben que se trata de una parodia del mismo ¿cuántos habrán visto este sketch de los tortazos para no coger frio sabiendo que las tortas eran lo de menos? Televisión autoreferenciada en varios niveles, suena a programación sesuda.
Y no, no es lo que definiríamos como televisión de calidad si alguien nos pidiera ejemplos pero ¡cuánto hay en un programa de estas características que va más allá del mero chiste tonto, escatológico o de la bofetada gratuita! (el sketch del menú degustación muy malo, por cierto). Como ha dicho el propio Mota en la presentación del programa, con el humor se pretende entre otras cosas hacer algo de crítica social y, aunque no sea este el tipo de programa ni él un profesional cuya función sea la de despertar conciencias, no podemos dejar a un lado la cantidad de cosas que pueden decirse con la excusa de la risa, la capacidad que tiene la gracieta aparentemente inofensiva de despertar alguna conciencia dormida que, al terminar de reír, caiga en la cuenta de lo triste que es la situación que se retrata. No es fácil hacerlo, pero puede resultar tremendamente útil. Y lo peor para algunos, que muchas veces terminamos por verlos, no como se muestran ante nosotros en sus serias comparecencias, sino como los humoristas los imitan en sus programas de éxito (para mí, Rubalcaba dejó de ser él mismo y pasó a ser un imitador de José Mota desde aquel fin de año en el que rebuscaba moneditas en las rendijas del sofá).
Casi más útil que eso me parece El hombre del armario que con su respuesta al típico vendedor pesado «Si… pero hoy no, mañana» puede haber encontrado la solución al gran problema de las llamadas de telemarketing.
Más de tres millones y medio de personas siguieron el programa, apenas unos pocos menos que Cuéntame, que sigue inalcanzable. Por mi parte, no sé si veré el programa con regularidad, aunque he de reconocer que he pasado un rato simpático y desde luego, no quiero perderme las nuevas frases de moda.
Y ahora vas y lo tuiteas 😉
«¿cuántos habrán visto este sketch de los tortazos para no coger frío sabiendo que las tortas eran lo de menos?»
No te entiendo. ¿A qué te refieres?