(OJO SPOILERS: Si no estás al día con HIMYM mejor no leas el último párrafo de esta entrada. El resto del texto es spoiler-free)
La necesidad de rematar de una vez por todas Cómo conocí a vuestra madre era ya un clamor popular (al menos en mi casa, yo clamaba cada semana a voz en grito). La serie que tantas veces ha sido nombrada digna sucesora de Friends hace tiempo que mostraba síntomas claros de falta de inspiración por parte de sus creadores y guionistas y, aunque de vez en cuando nos regalaba un episodio memorable y aún había ocasiones en las que yo lograba derramar alguna lágrima emocionada, parecía evidente que la chispa había desaparecido.
Tan claro se veía desde fuera, como lo hacían los propios protagonistas, algunos de los cuales ya habían anunciado su intención de no estar en la serie ni una temporada más, conscientes de la necesidad de dejar de vueltas sin sentido alrededor de una trama que ya a pocos interesaba: el eventual descubrimiento de quién es la madre de los hijos de Ted, hijos que cada vez se asoman a la pantalla con menos frecuencia, mostrando una vez más cómo la evolución de la historia nos ha llevado a un punto en el que Ted y el amor de su vida no interesan ya. Las series de televisión, especialmente cuando son tan largas, evolucionan muchas veces por su cuenta y, aunque la idea de partida tenga un protagonista, las tramas que se van sucediendo y la propia forma en qué maduran los personajes, hace que algunos secundarios se conviertan en pivotes esenciales para el buen desarrollo de las temporadas, mientras que aquellos inicialmente llamados a ser el centro de atención, se desdibujen y pasen a ser incluso prescindibles. El personaje de Ted es buena prueba de ello, ensombrecido, entre otras cosas, por el éxito de un Barney divertido y carismático.
En curso ya la temporada 8, pensaba yo que HIMYM haría todo lo posible por llegar hasta la décima, aunque esta fuera algo más corta. Del mismo modo que Fringe aprovechó su episodio 100 para despedirse de la audiencia, rematando así con un bonito número, parecía que en este caso cadena y protagonistas se esforzarían por cumplir una década en antena, empatando así con Friends y añadiendo una escarapela más a la lista de similitudes con la que es, sin duda alguna, LA serie de toda una generación. Pero no lo han logrado y, confirmado ya que la novena será la temporada final, se quedarán apenas a un año de emular ese record, un año que al menos garantiza un cierre en condiciones, con todos sus protagonistas y tiempo suficiente para construir un final que seguramente decepcionará a muchos, como siempre ocurre con intrigas de estas características que, de tanto mantener en vilo a la audiencia, nunca terminan por convencer.
El anuncio del final de la serie es una buena noticia para quienes hace tiempo ven la serie solo para poder hablar mal de ella, esas personas que no soportan a los personajes, que ya no se ríen con sus gags y que, si pudieran, escribirían un final en el que Ted se cae desde el último piso de su flamante rascacielos y nunca llega a conocer a madre alguna ni a tener hijos. Esta actitud, irritante en muchas ocasiones, sobre todo si nos paramos a pensar lo sencillo que es dejar de ver una serie que no te gusta, parte en muchas ocasiones del que ha sido un profundo amor y devoción por una historia, de ver con tristeza cómo no se avanza o se hace en círculos, cómo los personajes que en un momento fueron ricos en matices y llenos de misterio, se convierten en seres planos sin ningún interés. El desdén que provocan algunas series de gran éxito es tan humano como el desamor, que convierte a la pareja ideal en un ser aburrido y predecible. Uno quiere que las cosas vuelvan a ser como al principio, pero no funciona y la tristeza da paso a la rabia y uno se convierte en un desagradable espectador al que es imposible contentar, ya ni siquiera con aquellas cosas que al principio parecían perfectas.
Yo soy de las que se enamoró de HIMYM y, aunque no me considero especialmente cruel, soy también de las que estaban deseando que se anunciara el final porque, efectivamente, esta relación ya no iba a ninguna parte y es mejor dejarlo cuando aún puede quedar un bonito recuerdo. Ya no me interesa quién es la madre de los hijos de Ted, ya me da lo mismo y, salvo que de alguna manera encuentren una salida para que Robin y Ted acaben juntos, pese a todos los datos en contra que nos han ofrecido a lo largo de los años, la identidad de la chica del paraguas amarillo me da lo mismo. Pensándolo bien, Robin y Barney están tan bien juntos y tienen tanto sentido, que ni siquiera esa solución, tantas veces esperada, me haría feliz ya.
En año y pico retomamos.