Ya sabemos todos que la televisión nació con tres objetivos fundamentales: informar, educar y entretener, dos de los cuales han quedado claramente obsoletos. Más allá del compromiso derivado del hecho de utilizar un espacio radioeléctrico de caracter público, no seré yo quién reclame la necesidad de centrarse en las dos primeras funciones por encima de la de entretener, pues es evidente que el público reclama principalmente esta función. Pese a todo, empiezan a parecerme absurdas, incluso forzadas, algunas situaciones que se dan en los espacios informativos que, no por repetidas, dejan de ser un insulto a la inteligencia.
Comentaré únicamente un caso de estos últimos días del año en que la lotería de navidad copa minutos y minutos de programación, muchos de ellos en los informativos, pero hay ejemplos parecidos constantemente, en todas las cadenas y sin que a nadie parezca importarle lo absurdo de seguir con la falaz tradición de comentarlos y alimentarlos.
Cada mes de diciembre, son noticia las colas que se suceden en despachos de lotería como el de Doña Manolita en Madrid. La policía se ve obligada a doblar la vigilancia, a distribuir a la multitud de manera que los viandantes puedan seguir circulando por las calles aledañas, todo ello por culpa de una ley de probabilidades tan matemáticamente sencilla de comprender como fácil de alimentar su ausencia año a año desde todos los medios de comunicación. Cuantos más números se venden, más probabilidades de que se entreguen premios existe, cuantos más premios se entregan, más gente acude a ese despacho a hacerse con décimos para el siguiente sorteo y cuando más crece esta clientela, más premios se entregan y así sucesivamente. un círculo virtuoso que no significa que los números vendidos en Doña Manolita tengan más probabilidades de ser premiados que los adquiridos en cualquiera de los cientos de despachos de lotería repartidos por la geografía española, incluidos los del bar donde cada mañana tomamos el café.
¿Alguna vez un informativo ha añadido esta explicación tan básica a la noticia de las aglomeraciones frente a las administraciones más famosas? Yo no la he escuchado jamás y así, año a año, los incautos compradores de lotería que basan su futuro económico en aspirar a que les toque un premio que solucione sus vidas, siguen pensando que es mejor comprar en donde «toca siempre».
Lo mismo ocurre cuando nos cuentan que mucha gente asegura el premio comprando todas las terminaciones, una locura que no nos recuerda que para ganar 20 euros de esa manera hay que gastarse 200, lo cual solo nos garantiza que perdermos 180. Sí, una perogrullada pero, cuando hay tanta gente haciéndolo como para que sea noticia del informativo, no estaría mal asegurarnos de dejar constancia de que, económicamente, no es una buena idea.
Cosas tan sencillas como estas no se hacen normalmente en los informativos y, precisamente por lo básicas que son, podríamos pensar que no son necesarias o que no es responsabilidad de estos espacios educar a la población en ellas. Sí, yo también lo creo, pero entonces, que no alimenten tampoco lo contrario, que no presenten cuestiones que no tienen ningún valor científico como costumbres arraigadas que pueden presentar cierta lógica o que no lo hagan sin comentar después lo que es una realidad matemática. ¿Es tanto pedir?
En la misma línea se manifestaba ayer Ricardo Galli con este post.
Foto: El País
Lo de la Lotería es una de tantas «plantillas informativas» que cada año se repiten como los solsticios: sabes cuándo van a pasar y por qué. Si lo de la Lotería es estúpido hasta decir basta, más imbécil me parece cuando comentan cosas como «en verano hace calor», «en invierno hace frío», «en otoño llueve» y cosas así.
Todo el esfuerzo que hacen los noticiarios es por dar las noticias lo más baratas e insustanciles posibles, principalmente en las privadas. Han alimentado una degradación en la calidad informativa que repercute obviamente en los costes. Muy pocas privadas mantienen corresponsales, se limitan a grabar algunas comperecencias del gobierno y en redifundir noticias y señales de servicios como Europa Press y demás. El grueso del tiempo de los telediarios se gasta en estupideces como la Lotería, el tiempo, algún comentario sobre la crisis (en plan Callejeros) y por supuesto el inefable vídeo de Youtube del día, normalmente con algún accidente de tráfico. A veces pienso si estoy viendo un telediario o el Pronto. Y no olvidemos el autobombo y la promoción de otros productos de tu cadena: los «informativos» de T5 se pasan más tiempo hablando de La Voz o de lo que ha recaudado Lo Imposible que del mismo gobierno.
Esto va al hilo de tu post sobre David Cantero, quien venía a decir que «no estamos para informar, sino para llenar minutos con publicidad encubierta». Cuando un programa como El Gran Debate, un Moros y Cristianos de política, contiene más información que todos los telediarios de la semana juntos, es que falla algo…