Después de tres meses de audiencias espectaculares y tras la gala final de anoche, ya podemos afirmar que La Voz, no solo ha sido el programa revelación de la temporada, si no que su audiencia ha sido la más fiel y numerosa que ha tenido ningún otro programa en los últimos 10 años. Los datos de la final, cuando ya parecía que el programa no podía crecer más, alcanzaron el 37’3% de share, con más de 5,4 millones de personas pegadas al televisor para conocer la identidad del ganador. Contra todo pronóstico, Rafa, el candidato del equipo de David Bisbal, bastante discreto en galas anteriores y sorprendente finalista, acabó alzándose con el triunfo, ante la mirada atónita de su coach y de los millones de espectadores que daban por segura la victoria de Maika.
Precisamente esta condición de favorita que la catalana arrastraba desde el primer momento en que abrió la boca para mostrar su voz rasgada y hombruna, ha podido ser el motivo de que únicamente lograra un tercer puesto. Este tipo de sorpresas son muy comunes en los programas de talentos en los que el público tiene la última palabra. La tentación natural a proteger al más débil y la convicción de que un concursante va a ser el ganador sin necesidad de nuestra ayuda, han convertido en héroes a no pocos concursantes que, en otras situaciones no habrían logrado posicionarse tan arriba. En este caso, se daba la circunstancia además de que los estilos de Rafa y Maika eran muy similares, por lo que los fans del heavy, estilo musical que representaban, estaban claramente divididos y hubiera sido fácil que Jorge se hubiera colado entre ambos para alzarse con el triunfo final.
Ante este resultado, la algarabía entre la audiencia fue mayúscula: de una parte los seguidores del rock duro, que se felicitaban de que su música hubiera sido reconocida y que, más de 12 horas después de acabar la gala, aún conservan el hashtag #Españaesheavy entre los trending topics de twitter. De otra parte, los que consideraban tremendamente injusto el resultado, acusaban a cadena y productora de tongo, algo muy habitual entre quienes siguen sin comprender que no todo el mundo vota con el mismo criterio que uno mismo y a quienes cuesta aceptar que su favorito no gane. Es cierto, en ocasiones, y esta es una muy clara, la sorpresa es mayúscula y para quienes tenemos favoritos, pero solo queremos disfrutar de un gran programa de televisión, acontecimientos como el de ayer redundan en beneficio del espectáculo, haciéndolo más intenso, convirtiéndolo en un evento mayor, en una caja de sorpresas que ni guionizada nos hubiera hecho saltar del sofá de la misma manera.
Personalmente y, como bien dijo al despedirla Jesús Vázquez, si alguien representaba el espíritu de La Voz en este primera entrega era Maika. Ningún otro concursante como ella hizo que los coaches se dieran la vuelta con el grado de sorpresa que lo hizo ella, ninguno de sus compañeros tenía un timbre tan característico y llamativo, nadie como ella dependía realmente de su voz para avanzar en el programa porque sus características físicas no la acompañaban, en un negocio en que la imagen es tan importante. Maika ha quedado tercera en este concurso pero, de la misma manera que en la primera edición de Operación Triunfo no fue Rosa la que mejor partido sacó a su victoria, creo que en este caso ocurrirá algo muy similar y será esta tercera clasificada quién logre una mayor atención por parte de quienes manejan los hilos de la industria. Porque ella lo vale.
Poco más que decir de una gala de la que solo recordaremos esta última parte, entre otras cosas porque careció de ritmo y de tensión, porque, a diferencia de las anteriores, no dejó ver sentimientos ni pasión musical, no alcanzó a mostrarnos el espectáculo televisivo que sí habíamos visto en semanas anteriores y se hizo larga y muy tediosa (a todas en general le sobra una hora de duración, por lo menos). En conjunto, sin embargo, todo el programa ha sido un éxito en todas sus facetas, desde lo sorprendente de sus audiciones a ciegas, sin duda lo más valioso del formato, hasta el resultado que han dado unos coaches que, sin venir con mucho carisma ni expectativas, han logrado estar a la altura más allá de filias y fobias de cada uno. Yo sigo creyendo que se echa en falta una gran estrellona de la música, pero no deja de ser una opinión muy personal. Por último, destacar la siempre solvente figura de un Jesús Vázquez que da la talla allí donde tenga que hacer su trabajo, que se maneja por el escenario como si hubiera nacido en él y que es capaz de salir airoso de cualquier cambio de última hora o de cualquier problema del directo, con una sonrisa. Es, sin duda, uno de los mejores profesionales de este país.
Ya la semana pasada se anunció que tendríamos segunda edición del programa, algo más que evidente ante los resultados conseguidos. Se espera que los coaches sean los mismos, en función de las fechas y sus compromisos anteriores. Nunca será como la primera vez, nunca sorprenderá como este año, pero el formato vive sano tras varias ediciones en los paises en los que ya se emite y estamos seguros de que España no será una excepción. ¡Hasta la próxima!
Entrada originalmente publicada en Generación Young
Yo no he seguido el programa, principalmente por reticencias con el plantel de coaches, me resultaba demasiado cargante soportar la nueva etapa rockera/heavy de Melendi como si fuera el máximo exponente español de ese estilo musical, el protagonismo forzado de Bisbal en cada uno de sus gestos y los discursos vacíos y repetitivos de Rosario… a Malú siempre es un placer verla. El caso es que aunque no sea seguidor del programa es imposible abstraerse de comentarios y opiniones de los demás, por lo que me sorprende leer aquí que nadie contaba con que ganara Rafa el programa ya que yo básicamente es el único concursante del que había oído hablar. Todos mis allegados, gente cercana y amigos en redes sociales no hacían más que hablar de él. Por lo menos, me resulta curioso.