A Pesadilla en la cocina no hacen más que salirle «elementos» fuera del tiesto. Después de un gran éxito en audiencia que, seamos sinceros, nadie esperaba, muchos de los restaurantes que participaron en esta primera temporada del reality empiezan ahora a criticar todos los aspectos del programa que, hasta hace apenas unos meses, no habían tenido en cuenta. Ahora que la presencia de chefs inmaduros, dueños insufribles y cocinas impracticables pueden acabar con su negocio, ven como este programa, lejos de ayudarles a superar un mal momento, puede darles la puntilla definitiva.
Está feo decir eso de «ya lo decía yo», pero es que en este caso ya lo dije cuando vi por vez primera el programa de Ramsay, que este tipo de segundas oportunidades eran complicadas de aceptar en España, donde no somos muy dados a ayudar al que fracasa, más bien lo contrario, si podemos darle el empujoncito final al abismo, patada y siguiente.
En este caso además, ya no se trata de lidiar con el complicado caracter español, sino que estamos poniendo sobre la mesa, nunca mejor dicho, nuestra propia salud. A mí no me extraña nada que los restaurantes que han pasado por Pesadilla en la cocina no vuelvan a tener clientes porque, como ya dije una vez, hay elementos del caracter y la personalidad que son muy difíciles de cambiar a determinada edad y esos son los principales problemas de las cocinas en este programa, no los menús, la decoración o la falta de dinero para reponer maquinas imprescindibles para dar un buen servicio.
La cuestión es que ahora, propietarios de algunos de estos restaurantes que tanto están dando que hablar se ven desde fuera y no se reconocen, como nos pasaría a muchos de nosotros si nos siguieran en nuestro día a día para resaltar nuestros peores defectos. Por eso muchos de nosotros no nos embarcaríamos en una aventura de estas características, porque en la tele todo es espectáculo y en este tipo de programas ¿qué pensaban que iba a salir? ¿acaso en Supernanny salen niños modélicos? ¿o en Hermano Mayor adolescentes intachables?
Desconozco si a los participantes en el programa les han pasado grabaciones del programa original para que entiendan de qué va, posiblemente no, pero hoy en día es muy fácil acceder a ello. Asumo que estas personas que ahora ponen el grito en el cielo por la mala imagen que se da de sus restaurantes nunca tuvieron interés por ver a Ramsay y solo pensaron ¡qué bien nos sacan en la tele! ¿Que te pidieron que dejaras de limpiar la cocina un par de días? ¿y pensabas que era para que luego saliera más reluciente?
No hubiera pasado nada si el programa hubiera tenido una audiencia discreta pero claro, Pesadilla en la cocina se ha convertido en líder de las noches de los jueves y millones de personas ven con estupor lo que ocurre en la trastienda de muchos restaurantes. Sigo siendo de la opinión que esto afectará negativamente a los protagonistas de cada una de las entregas del programa, pero también a la hostelería en general. Yo desde luego, ya no voy a los restaurantes de la misma manera y miro con recelo una carta manchada o una cocina que no se ve de la que tardan en salir los platos. Lo malo no es que se haga espectáculo con ello, lo malo es que estas cosas ocurren y hasta ahora muchos ni se lo habían planteado. Menos mal que siempre hay alguno con cabeza que pone las cosas en su sitio.
Mientras tanto, productora y cadena van a lo suyo, que es hacer televisión, y anuncian la renovación del programa para una segunda temporada, señal de que sigue habiendo restaurantes dispuestos a participar en él. Estos sí que no podrán alegar desconocimiento… y aún así, alguno habrá.
Sitios como el Castro de Lugo cerraron porque aquello era un sindiós. La cocina era un nido de bacterias y toxinas -la imagen del calamar en la bandeja de acero no se me olvidará nunca-, un antro de guarrería extrema, con una cocinera trastornada y un dueño completamente incapaz de dirigir ni la venta de papeletas de lotería para el viaje fin de estudios. Aquello no lo arreglaban Chicote, Arzak y Bocuse juntos ni con varitas mágicas: era el anuncio del fin, lo imposible. El destino del lugar estaba sellado de antemano. Lo del Da Vinci es cosa aparte, sobre todo tras leer la entrevista con el hijo. Yo no me dedicaría jamás a la hostelería pero si lo hiciera y tuviera problemas, ya quisiera yo que alguien de la talla de Chicote me repasara los fondillos del pantalón. ¿Un asesor como él a cambio de sacar mis interioridades? Me dejo llevar y hago todo lo que haga falta para levantar el negocio, claro que para eso hay que trabajar, cosa imperativa.