Ayer Telecinco estrenaba Cocineros sin estrella, un nuevo programa ideado por José Ribagorda y presentado por él mismo que me recordó a Climas extremos, el reciente intento de Mario Picazo por salirse de su habitual encorsetamiento meteorológico y que, pese a ser un excelente programa documental, no logró calar en televisión generalista (Telecinco no lo quiso y acabo pasando sin pena ni gloria por el late night de TVE).
El programa nace con un título bastante confuso: carecer de estrella es tener mala suerte, motivo por el cual las primeras veces que escuché o leí el título del programa, mi primera idea fue algo similar a Pesadilla en la cocina, con malas prácticas o fracasos hosteleros. Nada más lejos de la realidad de este programa que nos acerca a alguno de los cocineros que, sin tener una estrella michelín en su local, alimentan a diario a sus vecinos y visitantes con una materia prima de primera calidad y un saber hacer envidiable.
Mala estrella es, eso sí, tener un programa nuevo y una buena promoción en una cadena generalista de máxima audiencia y que tu programa empiece 10 minutos antes de la hora, haciendo que cualquier crítico o espectador interesado, de entrada, se moleste con la falta de respeto, algo muy poco recomendable para el humor de quién después tiene que seguirte atentamente y con el mayor de los cariños durante media hora.
Superado el malestar inicial y metidos ya, entre unas cosas y otras, en la mitad del programa, nos encontramos con un José Ribagorda algo rígido, pero con una historia fabulosa que contar, la de una de las artes de pesca más impresionantes y antiguas del mundo, la almadraba, lucida como ella sola para salir en televisión y con un trasfondo sociocultural inigualable. La preparación del atún en nave antes de salir al mercado no se queda atrás. Si no le sacas partido a algo así, retírate de la tele. No es el caso.
La mezcla de imágenes de la obtención de la materia prima con la elaboración de recetas en algunos de los restaurantes más conocidos de la costa gaditana, el conocimiento de sus gentes, de su día a día, es un buen entretenimiento para la mañana del domingo, uno que sin duda sobresale entre la maraña de reposiciones que el resto de canales emiten a esta misma hora.
Habrá que ver qué tratamiento reciben las siguientes entregas de este programa pero, al menos este primero, no creo que podamos calificarlo como programa de cocineros pese a que pueda ser este el hilo argumental que sustenta toda la entrega. El protagonista aquí es el atún, ese ingrediente fresco y primordial a la hora de servir a la mesa un buen plato. Esta ha sido sin duda alguna una oda al atún rojo que ha dejado sin protagonismo alguno a los cocineros que partían como principal atractivo del formato ¡Va a ser cierto que no tenían estrella!
En esta línea y después de ver el programa que más ganas me ha dado de comer pescado fresco y casi crudo en toda mi vida, echo en falta un buen patrocinio de una marca de alimentación. Creo que este programa es perfecto para este tipo de cosas y, pese a que la publicidad de productos muy específicos siempre es complicada de vender y difícil de pagar, son ejemplos como estos los que abren nuevas posibilidades que, desde el punto de vista de quién solo es consumidor, parecen evidentes. Con las ganas de comprar atún de almadraba que te quedan tras ver este programa ¿no sería posible un patrocinio de alguna empresa de venta online de estos productos con código de descuento para quién esté viendo el programa y compre en ese momento? Prácticas muy típicas de la red que no se están trasladando a televisión y que, en el mal momento que atraviesa la publicidad tradicional, parecen apuestas sin riesgo. Pero ¿qué sé yo?
Por último, la principal pega que le veo a este programa: que es un estupendo documental y, como tal, nadie espera verlo en Telecinco. Las cadenas generalistas, pese a que los tienen, difícilmente presumen de hacer este tipo de programas, rara es la vez que invierten en promocionarlos y no digamos ya en hacerlos. Que la cadena se haya planteado algo así es digno de alabanza y que lo emitan a una hora decente también. Sin embargo, mucho me temo que vayan a ser castigados por su propia historia y que el programa no encaje en la imagen que el público tiene de ellos, haciendo difícil el encaje. Solo la paciencia y el trabajo de reeducación de los consumidores televisivos pueden conseguir que el programa termine por funcionar. Si además Ribagorda se suelta, tendremos una agradable cita semanal con la gastronomía española.