No cabe duda que los medios sociales han revolucionado la manera en que la gente se comporta con la televisión y también la forma en que este medio, tradicionalmente unidireccional, se enfrenta a sus espectadores. Lejos quedan los tiempos en los que la única manera de medir el éxito de un programa era por la audiencia conectada al televisor, aunque estemos todavía en pañales a la hora de conseguir reorganizar la gestión de la atención y vender estos datos a los anunciantes. El riesgo es dejar que pase demasiado tiempo sin encontrar la fórmula mientras los consumidores siguen a su ritmo, sin esperar a nadie y dejando su rastro de miguitas de pan que nadie recoge.
La situación hasta hace mucho tiempo era bien sencilla: una cadena emitía un programa de televisión y la que más espectadores tenía era la que ganaba y la que más publicidad vendía en esa franja. No importaba realmente qué ocurría con esos espectadores, por qué veían el programa o si luego lo comentaban fuera del horario de emisión, ni siquiera si llamaban corriendo a sus amigos y familiares para instarles a verlo, tampoco si lo estaban viendo porque era muy bueno o porque era un despropósito, estos datos simplemente no existían.
Los tiempos han cambiado y la red está plagada de toda esta información que antes faltaba, un estudio cualitativo en constante movimiento que proporciona una información muy valiosa, tanto para las cadenas y su relación con los anunciantes, como para las productoras de contenido y su conquista de la audiencia. Programas que no son seguidos en antena de forma mayoritaria, si son en ocasiones los más comentados en la red. Si bien este sector de la sociedad puede no ser estadísticamente representativo del total, si lo es de una parte muy concreta de la misma, suficientemente interesante como para centrarnos en ella a la hora de emitir un determinado programa y permitir un grado de influencia mucho mayor que el que proporcionan algunos millones más de espectadores poco activos o ausentes de los círculos de interés que algunas marcas y medios pueden estar buscando. En otras ocasiones, pueden coincidir ambos segmentos y suponer un éxito total, como en el reciente ejemplo de La Voz, líder absoluto en todos los ámbitos donde queramos medir.
El principal problema ahora es la gestión de esta información brutal que proporcionan los espectadores de forma individualizada, una información que, sin filtrar, puede no servir para nada. Conocer el share social de los programas del prime time como hace cada noche Tuitele es una de las nuevas maneras de entender este cambio aunque, en este caso, sigue siendo información cuantitativa, que deja a un lado lo más importante de la revolución en comunicación social: lo cualitativo, el rechazo que puede estar provocando un determinado programa, unas declaraciones, un personaje en una serie o la pasión desbordada que produce entre el público un inesperado giro del guión o un presentador nuevo.
En este sentido, la empresa americana Fizziology y también Tuitele van más allá de los números y elaboran informes que permiten conocer el sentimiento de la audiencia frente a estos programas, si su éxito en cantidad responde realmente a un éxito de sus contenidos, a una aceptación mayoritaria de los mismos o a todo lo contrario. No sería la primera vez que un programa de televisión logra ser Trending Topic en Twitter y uno de los más mencionados en blogs por ser un ejemplo de lo que no se debe hacer. Ejemplos como La Noria son palmarios, pero también otros menos dramáticos como la emisión de Felipe y Letizia, que fue un pitorreo mayúsculo en redes sociales para desquicio de Juanjo Puigcorbé, que no concebía tamaña comunión de opiniones sin una mano negra detrás.
Al final todo se reduce a un buen puñado de algoritmos bien hechos, esa palabra que Google ha popularizado como sinónimo de buen uso de la información para ofrecer resultados relevantes. Con todos sus peligros, que pueden llevar a analizar al extremo cuestiones que no son matemáticas, que dependen en muchas ocasiones de la sorpresa, del momento vital de una sociedad, incluso del número de cortes publicitarios con que se emita o lo que la competencia tenga a bien programar. Por mucho que analicemos los sentimientos de los espectadores, sus opiniones más sinceras sobre los productos que se lanzan al aire, el entretenimiento nunca ha sido, ni podrá ser, el resultado de una fórmula infalible ¡afortunadamente!
ll.yl.ygi