Un culebrón es eso que me gusta a mí ver en la tele más que nada, es esa parte de la historia que hace que me quede muy colgada con cualquier personaje, ansiando un nuevo episodio cada semana e incluso derramando lágrimas de alegría o tristeza indiscriminadamente, es un dramatismo buscado y enmarcado para triunfar, apelando a sentimientos tan básicos como resultones. Para mí, un culebrón bien hecho es una excelente serie de televisión y así lo he destacado en numerosas ocasiones en este blog o en aquellos otros medios en los que colaboro, recomendando algunas series o aplaudiendo sus premios, ensalzando el hecho de convertir los sentimientos más humanos y las dificultades más terrenales en buena televisión, y logrando unos héroes y villanos merecedores de ese reconocimiento. Que son grandes culebrones lo he dicho de series tan dispares como Downton Abbey, Gran Reserva, Herederos o Revenge y podríamos estamparlo en cualquiera de las producciones de Shonda Rhimes casi sin necesidad de verlas.
Pese a que, para mí, el concepto culebrón no tenga connotaciones peyorativas, sino que simplemente se refiera a la explotación dramática de sentimientos y la caracterización de personajes claramente separados en buenos y malos (por simplificar), parece que no todo el mundo comparte conmigo la idea de que el calificativo sea inocuo y ayer mismo tuve una interesante discusión en twitter con Javier Olivares, guionista de la serie Isabel de TVE, quién se mostraba muy molesto con el hecho de que el adjetivo hubiera aparecido relacionado con su serie en mi entrada de ayer. Tardé un buen rato en convencerle de que mi intención no era en absoluto criticar unos hechos que, por otra parte, respondían a una historia real y tengo mis dudas sobre si finalmente quedó satisfecho con mis explicaciones.
La conversación con Javier me hizo recurrir al diccionario de la RAE para saber qué es exactamente lo que se entiende por culebrón y esto es lo que me encontré:
culebrón.
(Del aum. de culebra).
1. m. Telenovela sumamente larga y de acentuado carácter melodramático.
2. m. despect. Historia real con caracteres de culebrón televisivo, es decir, insólita, lacrimógena y sumamente larga.
3. m. coloq. Hombre muy astuto y solapado.
4. m. coloq. herpes zóster.
Efectivamente, la segunda acepción es peyorativa y la primera, si bien no lo especifica, también tiene un cierto tono negativo en ese adjetivo «sumamente» que denota un exceso. En cualquier caso, si atendemos únicamente al dramatismo y la extensión de la historia, podrían enmarcarse en esta definición series actualmente en emisión y tan dispares como El secreto de Puente Viejo u Hospital Central, grandes éxitos de nuestra televisión, cada una en su franja y con sus presupuestos.
En mi afán por encontrar una definición más extensa y descriptiva, y quizás más moderna, recurrí a la siempre ilustrativa Wikipedia, que redirige a la definición de Telenovela y que en su primer párrafo afirma:
Una telenovela es un género televisivo producido originalmente en varios países de América Latina, cuya principal característica es contar desde una perspectiva básica melodramática una historia de amor a lo largo de varias decenas de capítulos (usualmente más de 100) y que casi siempre tiene un final.
Durante el trayecto de la misma, los personajes principales (un galán y una damita joven) sufren los embates de uno o varios villanos (generalmente una novia despechada, una madre celosa o un padre despótico), que se ve coronada con la felicidad en el último minuto del capítulo final, hasta el cual se sucede una innumerable cantidad de peripecias. Esencialmente de carácter sentimental, con intrigas, engaños y confusiones.Con los años han ganado más acción e incorporado elementos de otros ‘géneros’ (como el policíaco, la comedia, el thriller e incluso la ciencia ficción).
El argumento base de la telenovela es el de la ascensión social que, generalmente, se da por medio del matrimonio (aunque también ha habido muchas en que la protagonista luego de ser seducida y abandonada, logra revertir su penosa situación y triunfa a costa de mucho esfuerzo y dedicación – sirviendo así de ejemplo, sobre todo, para las amas de casa y las mujeres que hasta los años 80, eran el público fundamental de estas producciones; pero hace un par de décadas amplios segmentos masculinos consumen seriales de esta clase).
En la telenovela clásica, generalmente hay un amor imposible, un/a hijo/a abandonado/a (casi siempre un/a heredero/a de una abultada fortuna), y grandes secretos del pasado que, al revelarse, cambian el curso de la historia rectificando fatales errores e injusticias.
Decididamente, si los seriéfilos en la sala no reconocen algunas de estas características en la mayor parte de las series de éxito de los últimos tiempos y no las reconocen como parte esencial de ese éxito, es que yo vivo en una realidad paralela.
Sea como sea, ser guionista es una tarea muy complicada, tanto si haces comedia como si lo tuyo es el drama bélico o el culebrón clásico de sobremesa. Una serie bien hecha lo es por el conjunto de los elementos y profesionales que la componen y no por el género al que pertenece, especialmente hoy en día, donde estos se entremezclan más que nunca. Como espectadora, pero sobre todo como trabajadora del medio que un día fui, reivindico la tarea de los guionistas y de cualquier otro miembro del equipo que saca adelante un programa de calidad, independientemente de las etiquetas que lleve, el tipo de público al que vaya dirigido o la franja de la parrilla en que se emita. Y afirmo rotundamente y para que conste en acta que, cuando afirmo reconocer en una serie elementos de culebrón, no solo no lo digo con ánimo peyorativo, es que además me gusta.
Es evidente que no usas «culebrón» con ánimo peyorativo, pero también creo que lo usas de tal modo que todas las series podrían ser calificadas así. «24», «Doctor Who», «7 vidas» o «Yo, Claudio» tienen elementos que, según tu criterio, las harían ser culebrones, y yo creo que no lo son. Tampoco «Isabel».