No me gusta esta sensación que tenemos muchas veces en España de que aquí se hacen las cosas siempre mal, especialmente cuando dependen de dinero público, pero es que a veces la realidad se empeña en ser tozuda y confirmar aquello que intentamos desterrar de nuestros pensamientos, la última vez con la anunciada renovación de Isabel por una segunda temporada.
Como muchos de vosotros recordaréis, Isabel ha estado metida en un cajón durante meses. Anunciado su estreno antes de los cambios en el equipo directivo de TVE, la serie de Diagonal vio como su producto estrella del año dejaba de pronto de ser un próximo estreno a convertirse en un producto más en un cajón, sin fecha probable de lanzamiento y sin futuro aparente. A la espera de ver cómo funcionaba en audiencia y si la cadena estaría interesada en renovar el contrato y hacer una nueva tanda de episodios, la productora mantenía todos los elementos de la producción en «stand-by», lo que incluía mantener en pie los decorados y en el armario las ropas alquiladas. El tiempo pasaba y en la cadena pública nada se movía, de manera que se tomó la decisión de desmantelarlo todo ante la evidencia de que la serie no seguiría por una segunda temporada, de hecho en aquel momento hasta se ponía en duda que la primera llegara a ver la luz alguna vez.
Como si Murphy fuera el presidente de TVE, fue descolgar la última almena del decorado y anunciarse el comienzo de la emisión de la serie y, con ello, una sucesión de estupendos resultados que hoy nos dejan la noticia de que, oh sorpresa, la cadena quiere una segunda temporada. No, no es una broma. Los resultados fueron muy buenos en el primer par de semanas, bajaron algo con los principales estrenos de la competencia y han remontado ahora en las pasadas dos entregas y, por ello, se ha decidido pedir más episodios. A mi entender, la remontada de estas dos últimas semanas viene dada, no solo por la indiscutible calidad de la serie, sino también por el elemento culebronesco de la historia en el punto en el que se encuentran las tramas. Hechos históricos aparte, lo ocurrido con Isabel justo antes de contraer matrimonio, las decisiones tomadas, los impedimientos que surgían y especialmente la manera en que han sido contados y explotados para el dramatismo de la historia, son dignos de cualquier serial rosa que se precie y han servido para incrementar el interés y la tensión dramática de una historia cuyos detalles objetivables ya conocíamos.
No quiero con esto restar mérito a la producción de Diagonal, que no se me malinterprete, al contrario, creo que han sabido explotar a la perfección los elementos únicos de una historia que al principio era de la de unos pobres niños abandonados, manipulados y desgraciados para luego convertirse en historia de amor y poder, de ambición y lucha, elementos básicos de cualquier narración que, en este caso, pasa por un contexto histórico que nos resulta cercano y bastante atractivo en tiempos en los que, como país, seguramente añoremos aquellos años en los que éramos poderosos.
Ahora sin embargo, somos ese país donde hacemos mal las cosas, parece que por afición, donde dejamos a las productoras sin feedback durante meses para, una vez desencantadas y con la necesidad de seguir adelante con sus proyectos, levantar la mano para pedir un poquito más, un poquito que costará el doble por falta de previsión y que tendrá suerte si los actores no se han comprometido con otros proyectos. Que se anden con ojo en Bambú, no vaya a ser que si alguna vez estrenan Gran Reserva, inicialmente prevista para un otoño que pronto se acaba, decidan de pronto que quieren nueva temporada y haya que sacar a Paula Echevarría de los grandes almacenes.
La Reina aquí es TVE: ahora sí, ahora no, ahora pago, ahora no, ahora hago lo que me place y todos bailan a mi son.
Si hasta rima…