Pongo la televisión esta mañana y me encuentro con que tenemos nuevo caso luctuoso que seguir y perseguir desde los principales magazines matinales. La realidad es tan cruda que se van solapando los crímenes violentos que llaman la atención de los medios y espectadores y el circo que se forma alrededor de ellos es cada vez más grande, conscientes como son desde las televisiones que el morbo que generan este tipo de historias y los escabrosos detalles que las acompañan, son abono de buenas audiencias.
Podríamos justificar estos seguimientos informativos en el interés general e incluso atrevernos a defenderlos basándonos en la búsqueda periodística de una verdad, de unos datos que puedan ayudar a la investigación policial o de unas confesiones que ayuden a esclarecer el caso, más allá del orgullo de ser los primeros en dar las noticias o contar con los protagonistas. Pero todas estas buenas excusas se vienen abajo cuando nos damos cuenta de con qué facilidad unos casos van dando paso a otros con la misma crueldad con la que se suceden los hechos. La pequeña Mariluz dejó de ser noticia cuando mataron a Marta del Castillo, que a su vez se desvaneció con la desaparición de los niños Ruth y José, principales y tristes protagonistas de la información de sucesos hasta que el sábado un hombre de mediana edad la emprendía a tiros con su novia adolescente y escapaba huyendo por el monte. Los hechos son terribles y la sucesión en el tiempo así de caprichosa, como pensada para cubrir horas y horas de información televisiva sin descanso, alcanzando cotas de máximo interés con nuevas historias cuando las primeras parecen languidecer.
La realidad es cruel, pero más lo es el seguimiento que se hace de ella en estos magazines matinales, convirtiendo lo que debería ser un hecho informativo en una historia de buenos y malos, en un juicio donde los periodistas y juristas que participan de los comentarios insisten en utilizar la presunción de inocencia en su vocabulario mientras en sus argumentaciones no dejan lugar a dudas, mientras buscan y rebuscan en las investigaciones policiales datos que puedan levantar la audiencia a su rival, entrevistas que puedan calificar de primicias y declaraciones de cualquiera que tenga algo que decir, cuanto más terrible y desgarrador mejor.Se llega a situaciones ridículas y absolutamente lamentables como la de hace un par de semanas, cuando los programas de Antena 3 y Telecinco se pisaban la entrevista en directo, en un espectáculo vergonzoso para ambos.
Lo peor de todo: que la gente no deja de verlo, que la audiencia no da la espalda a estos contenidos y que cada vez son más y más minutos los que se dedican a ello. Echo de menos los corrillos banales poniendo de vuelta y media a los famosos de medio pelo, los ridículos pases de modelos en platos que se caminan en dos zancadas y hasta las tertulias políticas para amas de casa. Los contenidos matinales son tan tristes que ya ni los limpiahogares quieren anunciarse ¿Dónde está el pelón de Don Limpio? ¿Y el mayordomo de Tenn?
Ni tele blanca, ni mucho menos de colores, esto es negrura, triste y desgraciada negrura.
Conmigo, sin embargo, sí que tienen el efecto contrario al que buscan (es decir, que deje de verlos). Con lo de los niños de Córdoba consiguieron que cada vez que hablaban de ellos cambiara de canal. Y no es por falta de empatía o porque no crea que lo que ha pasado es terrible sino porque la sobresaturación informativa que hubo con este caso provocó que acabara harta del caso. Ha sido un caso, bajo mi punto de vista, con un seguimiento informativo desproporcionado. Un poco lo que pasó con Madeleine. Con la de niño que cada día desaparecen y mueren de forma violenta, ¿qué es lo que hace a éstos tan especiales? Hay otros casos igual de tristes que no reciben ni la mitad de cobertura. En fin. El vídeo que has puesto parece sacado de una película de las que, para criticar algo, lo exageran de forma humorística. Me ha gustado el punch line de la Griso: no se trata de exclusivas ni es plan de secuestrar. Jaja. Esto iba por ti, Ana Rous.