En los últimos años me ha tocado vivir dos experiencias de fusión/adquisición de canales de muy distinta personalidad: la primera fue a título personal, cuando trabajaba para Fox Kids, canal infantil de Fox con una marcada personalidad gamberra, que fue adquirido por la familia Disney Channel. Las parrillas de ambos canales nada tenían en común y, pese a que Pokemon tenía un trasfondo de valores muy elogiables, sus constantes luchas y ritmo trepidante no lograban encajar en la filosofía de princesas Disney, algo que hacía de la adquisición un extraño movimiento pero que, analizado más allá de las cualidades de la librería audiovisual de Fox Kids, parecía mucho más inteligente y sibilino. Si Disney no puede captar a una audiencia mayoritariamente masculina, de una edad algo más elevada y con una personalidad transgresora, compremos a quién sí puedo hacerlo y quedémonos con el pastel sin necesidad de «ensuciarnos» las manos. Parecía una buena idea, pero lo cierto es que el canal acabó cambiando de marca, integrándose en la familia Disney y perdiendo su principal atractivo, la personalidad gamberra. Nunca lo entendí.
Años más tarde, ya como espectadora, me tocó ver la fusión de dos grandes cadenas nacionales: Telecinco y Cuatro, junto con sus respectivos canales «menores» nacidos de la expansión de la TDT. El encaje parecía excelente: Telecinco era la reina de los realities y las series de ficción nacional, con una personalidad muy de andar por casa y muy criticada por la falta de calidad percibida de sus productos. Por su parte, Cuatro había crecido como la espuma gracias a la emisión de series norteamericanas de prestigio, de nuevos formatos tipo coaching y con unos informativos más centrados en la política que en los sucesos. El encaje parecía hecho para triunfar sin necesidad de tocar nada, pero la realidad fue que Cuatro se contagió de la personalidad de Telecinco y perdió mucho del camino andado, principalmente, la percepción de televisión de calidad. Parece que ahora está retomando la buena senda, aunque su programa más exitoso hoy en día pueda ser ¿Quién quiere casarse con mi hijo? que tampoco es un ejemplo de delicatessen, pero es una pena que haya dejado tanto esfuerzo por el camino.
De esta experiencia deberían aprender los nuevos fusionados, Antena 3 y La Sexta, que también parten de una base muy distinta, especialmente en lo que se refiere a línea editorial. El principal temor de muchos, sobre todo de los espectadores de esta última, es que se pierda la referencia de unos informativos de izquierdas y de programas punzantes como Salvados o El Intermedio y tertulias críticas como Al rojo vivo. Esta no parece ser la intención de los fusionados, aunque sea Antena 3, tradicionalmente más de derechas, la que toma el mando del resultado de esta unión. Así lo manifestaban ayer en la presentación de la nueva Sexta y parece evidente que estas son las armas que están dando buen resultado a los programas emblemáticos de la cadena y que no deberían tocarse, aunque el señor Lara tenga que aprobar la parrilla con la nariz tapada. Se trata de un negocio, no de construir la realidad tal como la queremos y el negocio pide llegar a todos los targets posibles, tocar todos los palos, mantener lo que funciona. Estamos ante otra oportunidad más de hacerlo bien ¿serán capaces?
Ferreras me pone…