La noticia «escandalosa» del fin de semana ha sido la denuncia, por parte de un antiguo trabajador del programa, de que Más allá de la vida y Anne Germain son un burdo montaje, amparándose en el hecho de que la supuesta medium recibe un dossier con información completa del personaje cuyos muertos va a contactar y llegando a decir que lleva un pinganillo desde el cual se le podrían dar determinados datos para continuar con el engaño. No son grandes revelaciones ni creo que aporten nada que no imagináramos ya, pero han puesto en la palestra a un programa que tiene gran éxito en televisión y que ahora, además, triunfa por los teatros de España.
Este asunto de los medium da para muchas horas de televisión, desde antaño ha sido entretenimiento en ferias de pueblo y grandes circos mundiales y hoy en día llega a nuestros hogares en forma de series de ficción donde bien se encumbra y abraza su existencia, caso de Jennifer Love Hewitt en Entre fantasmas, o se pone en evidencia lo mucho de farsa que tiene, como el caso de El Mentalista o la divertida Psych. Conviviendo con estas series, los subproductos del late-night que copan todas las televisiones cada noche, atracando el bolsillo del incauto espectador que llama al vidente de turno para que le ayude a resolver unos problemas que él mismo le está avanzando en su torpe intervención. No son pocas las veces que me he quedado enganchada un buen rato a estos programas asombrada con la capacidad, brillantísima, todo hay que decirlo, de quienes dan la cara en estos programas, de hacer creer a Piscis que sus problemas se resolverán en unos 18 meses.
Anne Germain no es más que eso, otra mente privilegiada más, con gran capacidad de empatizar con los invitados y la audiencia, con una dulzura y un tempo al hablar que dan a su intervención un halo mágico, ayudado por esa puesta en escena simple donde solo ella es la protagonista. Tanto Antonio Gala como Santiago Segura han salido del programa afirmando no creer nada de lo que allí supuestamente había pasado. Frente a ellos, un buen puñado de famosos han derramado lágrimas frente a los espíritus de sus seres más queridos, muchos de ellos quedando reconfortados tras la experiencia y manifestando creer a pies juntillas que aquello que la señora Germain les contaba provenía directamente de sus familiares y amigos fallecidos.
Curiosamente, nunca se ha cruzado en el camino un mal espíritu, uno que no tuviera nada que ver con el invitado, ni mucho menos alguno con cuentas pendientes que ajustar ¿debemos creer entonces que el limbo de los espíritus es un lugar muy organizado, donde cada cual espera su turno para hablar y donde todo lo malo queda olvidado para siempre ¡que aburrido! Prefiero seguir pensando que esto se trata de entretener y nada tiene que ver con la realidad.
Todo es tan, tan evidente, que no creo que merezca otra cosa que una sonora palmada en la frente.
Doy por hecho que estos espectáculos sólo se los cree quien quiere. A veces es más fácil creerse una mentira inverosímil antes que la verdad.