Modern Family fue la primera serie que abordó los nuevos conceptos de familia desde un punto de vista reivindicativo desde el humor. Adaptados a la vida moderna, como el propio nombre de la serie indica, las parejas gays, los divorciados y casados de nuevo, las parejas de distintas razas o edades dispares se muestran como parte de una sociedad que en su mayoría ni se para a analizar estas diferencias, que una vez familiarizados con los personajes ya ni se plantean pero que son, sin duda alguna, aún mirados con recelo por otra buena parte de sus conciudadanos.
Abordado desde el humor y la exageración, series como Modern Family reúnen en un solo grupo y en apenas 20 minutos todas las cosas que estas peculiares familias pueden vivir como consecuencia de no ajustarse a lo que hasta ahora se consideraba normal y, al mismo tiempo, todas las vivencias habituales en cualquier familia que sí entra en el estereotipo clásico. Cuanto más exagerado, mejor, más divertido para quienes no se escandalizan con el concepto y más fácil de «colar» en la casa de quienes ven con reticencias algunas parejas y conseguir poco a poco que se vea con naturalidad.
Y puestos a exagerar, Ryan Murphy lo tiene claro con su nueva serie The New Normal, la historia de una pareja gay que se plantea tener un hijo por medio de una madre de alquiler, vientre que encontrarán en una representante de esta nueva normalidad: la familia monoparental. En este caso, el principal protagonista es un histriónico gay, tremendamente afectado y vestido tan moderno que parece recién sacado de cualquier pasarela de moda, de esas que nos planteamos si alguna vez venderán algo de lo que sacan a la alfombra. Por momentos parece sacado de una antigua comedia de los años 50-60, aunque entonces tendría que ser solo un hetero un poco desquiciado.
Es todo tan exagerado que podría parecernos imposible empatizar con los personajes de The New Normal, transcurre todo tan rápido en el piloto que podría resultar precipitado y poco natural. Sin embargo, en lo que dura una entrega de una sit-com, Murphy logra que nos encariñemos con estos nuevos padres por estrenar, con esta pobre chica de pueblo que colma su vaso de desgracias y decide empezar de nuevo y, sobre todo, con la niña marisabidilla que resulta entrañablemente tierna.
Corríamos el riesgo de centrarnos solo en el personaje de Bryan, que es como esas personas encantadas de conocerse, arrolladoras y seguras de sí mismas hasta la extenuación, pero alrededor suyo aparecen otras grandes interpretaciones que a mí personalmente me han conquistado, como la genial Ellen Barkin ejerciendo de abuela sureña, un discreto pero encantador Justin Bartha o la respondona NeNe Leakes, con pinta de tener apenas un par de frases por episodio, pero de esas que dictan sentencia.
Efectivamente, lo normal ya no es normal y series como estas dan buena fe de ello y pretenden desdramatizar lo que a algunos todavía les cuesta entender y aceptar. Cuando ya no sean necesarias, cuando series como estas puedan llevar títulos que no hagan referencia a la necesidad de afrontar la familia desde otro punto de vista, realmente habremos superado el cambio.