Esto es lo que se leía ayer en twitter de muchos de los espectadores que estaban viendo el nuevo talent show de Telecinco. La puesta en escena era, sin duda, un punto a favor del programa, con ese gran escenario, esa mano gigante presidiéndolo todo y las butacas giratorias de los jueces/coaches, que dotaban de gran dramatismo al momento decisivo de la selección de participantes.
Impresionantes también los datos de audiencia conseguidos, con más de un 30% de share, datos que no estamos acostumbrados a ver en el fragmentado panorama televisivo actual y que, sin duda, habrán hecho de la cadena un fiesta esta misma mañana.
Pese a todo y en mi siempre subjetiva opinión, el programa no deja de ser un talent show más, con mucho trabajo a sus espaldas, con mucha dedicación por parte de sus responsables y con el peso de la responsabilidad de haber invertido mucho tiempo y dinero en intentar atraer a la audiencia con algo diferente, como parece haber sido, pero no tan distinto de otras muchas apuestas de concursos de cantantes o aspirantes a cantantes.
La principal diferencia, el espíritu del programa, ese protagonismo que por primera vez se da a la capacidad del concursante de enamorar solo con su voz. No es un secreto para nadie que muchos de los cantantes de mayor éxito del mundo lo son por su aspecto más que por su voz, o por cómo este aspecto es capaz de compensar las carencias de una voz imperfecta. No siempre se trata de ser un bellezón, tener el culo desproporcionadamente atractivo o unos abdominales bien currados. A veces es simplemente un ángel o incluso ser tan desarrapado como para inspirar el instinto maternal, pero no podemos dudar que un cantante de éxito vive de mucho más que su simple voz y eso es lo que este programa pretende aislar, al menos en los castings, pues no debemos olvidar que en las siguientes fases del programa se juzga todo el conjunto, porque ya no puede uno abstraerse de ello.
Muchos de los espectadores que comentaban ayer el programa en twitter, donde arrasó mucho más aún que en televisión, valoraron muy positivamente la actitud de los coaches, nunca hirientes, ni críticos con los concursantes, siempre encontrando algo a valorar y dándoles ánimos para seguir adelante cuando no eran seleccionados. Incluso vi pasar algún comentario del tipo «¡por fin un programa blanco!» que no sé si habrá gustado mucho al Sr.Vasile y su apuesta por una tele de colores, actitud que también comparto y que precisamente echo en falta en este concurso, donde absurdamente dan la espalda a una realidad mucho más crítica de lo que el muy recordado ayer Risto Mejide mostraba en Operación Triunfo.
Hablando de jurado/jueces o coaches (acostúmbrense señores, es la palabra de moda), temo que mis fobias personales me impidan disfrutar a gusto del programa. David Bisbal es un gran artista y merece su silla por lo triunfante de su carrera pero, es tan simple hablando, tan incapaz de hilar dos frases con sentido didáctico y tan sobreactuado en todos sus gestos, que personalmente me agota. Malú y Melendi, bueno, pueden pasar y creo que este último nos puede dar grandes momentos televisivos, aparte de ser el más natural de los cuatro. Por lo que respecta a Rosario Flores, prefiero no dar mi opinión, por no ser grosera. Creo que hace falta otro tipo de estrellona en esas butacas, que lo grandioso del formato pide otros jueces, pero quizá esos no se hayan atrevido.
Podría estar toda la mañana apuntando detalles de mi opinión del programa pero, dado que únicamente hemos podido ver la primera entrega y que seguramente tenga oportunidad de hablar de él más adelante con impresiones más maduradas, voy a dejarlo aquí, no sin antes apuntar una última opinión: por primera vez no me he aburrido con una primera gala en este tipo de concursos. Pese a que ha sido largo y han pasado muchos concursantes contando sus tristes vidas (a veces parecía estar viendo un episodio de Glee), todo se ha resuelto con bastante ritmo y dando protagonismo a lo que realmente estamos interesados en ver: cómo cantan y cómo se desenvuelven en el escenario.
Pese a sus imperfecciones, me gusta como suena La Voz, yo ya he pulsado el botón.
De momento parece que va por buen camino, lo malo fue la elección de los «coaches», Rosario y Bisbal definitivamente no estan hechos para esto, Melendi puede ser digerible si no se le va mucho la pinza y Malú está bien, solo le falta meterse más en el papel. Jesús Vasquez es otro error, La Voz necesitaba un presentador fresco, Jesús ya no está para estos trotes, necesita otro tipo de programa.