De la misma manera que hace un par de semanas comentaba aquí lo cansino de las críticas a Sara Carbonero cada vez que tiene un papel en televisión más allá de ser un busto parlante en los informativos, tengo que salir de nuevo en innecesaria defensa de un profesional de los medios deportivos por el constante acoso y machaque al que se ve sometido cada vez que le toca retransmitir, en este caso, un GP de Fórmula 1. Me refiero, evidentemente a Antonio Lobato.
Como ya he comentado en alguna ocasión anterior, no soy una experta en este deporte, que solo me interesa desde que Fernando Alonso tiene posibilidades de ganar, por lo que me cuesta reconocer meteduras de pata técnicas o poca profundidad en los reportajes y comentarios que se hacen durante la retransmisión. Pero precisamente por eso también, represento porcentaje mayoritario de la población que ve la carrera desde que se emite en abierto, aficionados que no estamos interesados en absoluto en este deporte, sino en la posibilidad de ver ganar a uno de los representantes españoles, como demuestra la diferencia de audiencia de las carreras este año respecto a los anteriores en que arrasaban los Red Bull. Los medios de comunicación de masas se llaman así porque van dirigidos a la gran masa, no al porcentaje experto, de ahí vienen sus éxitos y de ahí sale todo el engranaje de una industria muy prolífica. La otra opción es hacerlo de pago y dedicarse solo a los muy fans, con un acercamiento mucho más técnico y profesionalizado. Por supuesto, puede hacerse, pero entonces estamos hablando de otra cosa.
Antonio Lobato puede ser un fan boy como afirman muchos de los que le detestan. Sí, lo es, claro que lo es, pero ¿es distinto a cualquiera de los comentaristas deportivos que afrontan competiciones en las que participan equipos o deportistas españoles que no compiten entre sí? Yo desde luego no noto la diferencia con ninguno de los que retransmiten deportes en el resto de cadenas, especialmente las privadas, donde siempre se sueltan más la melena que en TVE, más formal y comedida.
Antonio Lobato y su equipo pueden hacer comentarios tontorrones durante la retransmisión, a todas luces simples y simplistas. Por supuesto que sí, es lo más habitual en este tipo de retransmisiones, ya de por sí largas mientras dura la competición, pero que además las cadenas se empeñan en extender innecesariamente con previos a menudo más largos que el propio evento deportivo. Carrera tras carrera, año tras año, no es tan fácil encontrar cosas de las que hablar o datos nuevos que aportar y el temor al silencio con el que nacen los comentaristas deportivos y sus directores de programa no ayudan. Seguro que en numerosas ocasiones todos los espectadores se han encontrado frente a la pantalla escuchando al comentarista de turno repetir, casi palabra por palabra, lo que ellos acababan de decir, entre risas y cervezas pero sin recibir un lustroso cheque por ello. Sí, podrían callarse a veces y no es una excusa, pero no hay mente privilegiada alguna que aguante tantas horas de directo sin decir chorradas de vez en cuando.
Comparto la idea de que, junto a estos comentaristas de masas, es bueno salpimentar la retransmisión con otros colaboradores que aportaran conocimiento técnico, comentarios de cierta lucidez que, si bien no todo el mundo logra entender o está siquiera interesado, reconocen la existencia de otro tipo de espectador, más sofisticado. Para estas cosas es para lo que suelen contratar a antiguos profesionales del deporte en cuestión, o en este caso concreto de la Fórmula 1, a profesionales en activo como Marc Gené, que sabe más que cualquiera de los aficionados que ven las carreras y al que también se critica sin piedad, ayer mismo por conjugar erróneamente un verbo, error que cualquiera puede cometer, máxime cuando habla cinco idiomas y posiblemente el castellano sea el que menos utilice. Pero aquí no pasamos una y el que no es perfecto, al paredón. En estos casos, además de ser un experto, el comentarista debe ser mínimamente entretenido y empatizar con el espectador y muchas veces es más agradable tener a un rústico Camacho que al licenciado Pardeza.
Mientras tanto, Lobato va a cumplir pronto el record de mayor número de cadenas en las que un mismo profesional ha conducido el mismo programa, después de su paso por Telecinco y La Sexta, un dato a priori sin mayor importancia, pero que sin duda demuestra que su desempeño profesional está por encima de marcas y rencillas entre directivos, que han primado su mantenimiento al mando de las retransmisiones por encima de otros profesionales ya habituales de la cadena que podría haber pedido paso. Obviamente, su relación personal con Fernando Alonso le aporta un plus a la hora de plantearse su sustitución en el cargo pero, si fuera un incompetente como sus detractores pretenden hacernos ver, no hubiera aguantado tantos cambios en un trabajo duro como el de seguir la competición por todo el mundo durante meses.
Sobre gustos hay poco que se pueda decir, todos estamos en nuestro derecho de detestar a quién nos venga en gana y cuando uno es un personaje público sabe perfectamente a qué se expone y, como siempre decimos, va en el sueldo. Yo no podía con el ya fallecido Andrés Montes, sus constantes motes, chistecitos y tonterías, me sacaban de quicio, pero jamás se me hubiera pasado por la imaginación convertir mi fobia en un ataque personal, nunca le hubiera insultado y mucho menos me habría dedicado sin descanso a atacarle directamente para mostrar mi disconformidad con su manera de hacer las cosas. Creo que ni siquiera le dediqué un post, posiblemente porque al cabo de un tiempo, opté por a acompañar la retransmisión de sus partidos con un audio diferente y listo. Sin embargo, otros prefieren dedicar la mañana completa de las carreras de Fórmula 1, semana tras semana, a poner verde al comentarista, a sacarle punta a absolutamente todo lo que dice o lo que no dice, a insultarle directamente por medio de su cuenta en twitter y a expulsar bilis y espumarajos por la boca durante más de dos horas cada domingo. Queridos trolls, creo que es algo que os deberíais hacer mirar.
Aparte de las críticas ‘ad-hominen’, las retransmisiones de Antena 3 están siendo también muy criticadas, especialmente por la cantidad de anuncios que incluyen en cada carrera. La verdad, no noto mucho la diferencia con temporadas anteriores, pero podría ser y es algo que debe cuidarse. En el caso de la Fórmula 1 además es muy difícil acertar con el momento justo, pues en cualquier curva puede darse la sorpresa, en cualquier pit stop puede haber una noticia. Pocas son las veces que nos hemos perdido algo relevante por estar en medio de una pausa publicitaria, pero es algo inevitable. Yo también preferiría que no hubiera anuncios más que al principio y al final.
Sobre el cambio de cadena del pasado sábado cuando la clasificación se extendió por culpa de la lluvia y se paso a Nitro para continuar con el directo, no es la primera vez que pasa algo así, entre cadenas de TVE lo hacen constantemente y nunca he visto tanto griterío. Es cierto que la manera en que cortaron la película que se emitía en Nitro fue lamentable, pero no más que los cortes a los que someten la programación el resto del día para dar paso a los cortes de publicidad según encajan en la cadena principal, solo que no había tanta audiencia junta mirando.
«Yo desde luego no noto la diferencia con ninguno de los que retransmiten deportes en el resto de cadenas, especialmente las privadas, donde siempre se sueltan más la melena que en TVE, más formal y comedida.»
Tenemos conceptos totalmente distintos de «ser comedido», porque Sauca y compañía de neutrales poco tienen