HBO estrenaba el domingo The Newsroom, lo nuevo de Aaron Sorkin, uno de los grandes nombres de la televisión norteamericana, de esos que generan filias y fobias a partes iguales y casi igualmente desmedidas. Tras el estreno, de gran éxito en audiencias con 2.1 millones de espectadores que lo convierten en el tercer mejor estreno de la cadena y lo igualan al de Juego de Tronos, se proyectaba en Madrid el piloto, de la mano de Canal +, que estrenará la serie el próximo otoño.
La expectación creada por esta nueva serie ha sido increíble, hasta el punto de convertirla en Trending Topic en nuestro país ayer por la noche, empujada supongo por la cantidad de tuiteros en el preestreno del Plus, pero también ¿por qué negarlo?, por la cantidad de gente que se apresuró a descargar la serie y no dejó pasar más de 48 horas sin verla, creando un auténtico evento de un estreno que cada uno de nosotros estaba haciendo en su casa, a su ritmo y sin necesidad de parrillas preestablecidas. Esto sí es efecto ¡Wow! y no el cepillo de dientes de Cristian Gálvez.
Esta expectación creada hubiera sido exactamente la misma de haber sido un episodio piloto flojito: la marca HBO unida a la marca Sorkin son suficientes para crear un ‘hype’ de estas características independientemente de la calidad de la producción, pero es que además la serie es buena. Ojo que nos estamos entusiasmando con un piloto y eso tiene su peligro, pues no sería el primero que desata la pasión para luego hacernos caer al vacío desde lo más alto de nuestras expectativas, pero lo cierto es que este primer episodio ha gustado, ha gustado mucho y además podemos afirmar que es un episodio terrenal.
@RCampossaez afirmaba ayer en twitter que este episodio tiene mucho de televisión generalista y creo que es una forma muy televisiva de decir que es fácil de ver, que es para todos los públicos, que no se trata de una cruda historia medieval o de un complicado acercamiento al mundo de las apuestas y las carreras de caballos, sino de una historia de periodistas con mucho ego, de trabajadores que se enamoran, de americanos con principios heroicos, de celos profesionales, de mentiras y medias verdades y de poder. Pocas cosas más terrenales se me ocurren y lo terrenal es, efectivamente, campo de la televisión generalista, solo que esta vez lo firma HBO.
The Newsroom tiene una primera escena magnífica, una llamada de atención a todo un sector y a una población que está dormida, una crítica a los medios complacientes y a los ciudadanos complacientes, a los que se han acomodado y ya no persiguen sus ideales, a los que no quieren salir de su zona de comfort para hacer algo mejor. La primera escena es toda una declaración de intenciones revestida de la clásica americanada que la hace grande y que nunca veremos en una serie española, para nuestra desgracia.
Jeff Daniels está fabuloso en esta primera aparición, pasa de estar prácticamente dormido, ajeno a lo que ocurre a su alrededor a despertar en un instante con uno de esos monólogos tan sorkinianos que hacen brillar a casi cualquiera con un mínimo de talento y que te hacen poner un pie en la carrera a cualquier premio en apenas diez minutos.
Tras la explosión, arranca la cabecera (min 0:50), otra gran pieza audiovisual en la que se hace un homenaje a los grandes informadores de la televisión norteamericana de todos los tiempos en lo que es, otra vez, una declaración de intenciones, una invitación a repasar la historia de periodistas que revolucionaron la profesión y la política, de periodistas que conformaron el cuarto poder y lo utilizaron para ejercer un control de los políticos necesario y que en la actualidad se está perdiendo. El piloto de The Newsroom es más que un episodio de televisión, es una crítica a la sociedad y los medios, es una forma de apretar las tuercas a una profesión que está dormida.
En este acercamiento al concepto de periodismo tal como lo entiende Sorkin se nos habla del patriotismo, de la necesidad de contar la verdad pese a quién pese en lugar de hacerse popular sin molestar a nadie y aún estando EE.UU. tan lejos de España, aún siendo sus principios tan distintos a los nuestros, sus formas de ver la vida y de vivirla tan ajenas, lo que cuenta se puede trasladar tan rápido y tan fácil a nuestra historia que resulta doblemente emocionante. Por si esto fuera poco, en al menos dos ocasiones se cita a Cervantes y a Don Quijote, y pese a que la cita remite directamente al musical El hombre de la mancha y no al libro, no podemos evitar sentir un orgullo especial al escucharlo de la tecla de Sorkin.
En medio de tanta poesía, de tanta grandeza, de tanto espíritu genuinamente americano, un informativo por hacer, una noticia de última hora por cubrir y decisiones por tomar para un directo inesperado, pura metatelevisión. Y pasillos, claro, con diálogos imposibles, es Sorkin, no podía ser de otra manera.