Hace unas semanas tuve la ocasión de compartir una rato con Pablo Herreros en el encuentro que la organización de EBE celebró en Euskadi, concretamente en las instalaciones de Eitb, que por cierto son espectaculares (un espacio abierto, de techo altísimos y espectaculares ventanales al exterior que antiguamente fue feria de muestras y daba cabida a tractores y maquinaria de gran envergadura y que ahora alberga a los trabajadores de la radio y la televisión públicas vascas). En esta conversación, tanto Pablo como yo misma, intentamos hacer comprender que el caso no era un ataque personal contra ningún profesional, ni mucho menos contra ninguna cadena, algo que sinceramente, creo que no logramos.
En esta historia, parece que desde el principio se han creado dos bandos irreconciliables, uno de los cuales está convencido de que no es posible que ciudadanos cabreados se organicen a través de las redes sociales para promover una demanda social, un determinado boicot o un sencillo derecho al pataleo colectivo. Entiendo perfectamente a quienes piensan que el derecho a la libertad de expresión e información da lugar a situaciones que repugnan, como es el caso, y entiendo a quienes creen que el dolor de unas víctimas y el respeto que la sociedad les debe ha de estar por encima de quienes quieren lucrarse contando sus historias o las de sus familiares, algunas de ellas monstruosas. Este enfrentamiento está lleno de matices y yo soy la primera que muchas veces no sé dónde posicionarme, especialmente cuando veo que a la televisión se le piden cosas que nunca se plantearían a otros medios de comunicación.
Pese a todos esos matices, nunca se me ha ocurrido pensar que todo esto viniera provocado por un deseo de dañar económicamente a una cadena, hábilmente manejado por la competencia. En la sociedad hiperconectada en la que vivimos, lo que antes era impensable y podía tardar semanas y hasta meses en conseguirse, con las inevitables pérdidas de interés y sensibilización por parte de los implicados, hoy en día corre por la red como una marea viva, imparable y apasionada. Si a esta marea le añadimos elementos externos que la hacen crecer, la intensidad se multiplica y es imposible de parar y solo hacen falta personas sensibilizadas con un ratón al alcance de sus manos. Cerrar los ojos a esta realidad es no entender lo que está cambiando y es estar un paso más atrás que la sociedad, algo que los medios de comunicación no pueden permitirse.
Posiblemente siga sin convencer a muchos, posiblemente los argumentos que tanto Pablo como yo utilizamos en nuestra charla fueran en algún momento demagógicos e ilusos, pero lo que nadie podrá quitarme es el convencimiento de que no hubo nadie detrás moviendo los hilos malintencionadamente y que la sociedad ahora tiene herramientas que han cambiado para siempre la relación entre empresas y personas y, por supuesto, entre personas y televisión… y no hay vuelta atrás.
Puedes ver la charla completa en el vídeo que acompaña a esta entrada.
Muy interesante ese debate y un placer, como siempre, escuchar a Susana Alosete. Yo lo que no entiendo del «caso La Noria» es por qué se armó tanto revuelo por esta entrevista en concreto y nunca antes se había armado con otras de igual calibre. Si repasamos el archivo televisivo de los últimos 30 años, por elegir un periodo de tiempo al azar, veremos que se ha entrevistado a gente como: Joran Van der Sloot (un caso muy parecido al de Marta del Castillo), Ted Bundy, Francisco García Escalero (el asesino de mendigos, entrevistado por Jesús Quintero), Charles Bronson, Charles Manson, Aileen Wuornos, Jeffrey Dahmer (el carnicer ode Milwaukee) y un largo etcétera. ¿Por qué el escándalo vino con la madre del tal Cuco? ¿Por qué ese despertar colectivo en ese momento?
Dicho sea esto, a mí me parece horroroso que se pague a criminales por contar sus miserias. Estoy de acuedo con Pablo Herreros cuando habla del valor periodístico-informativo de estas entrevistas. Yo soy la primera que he visto las entrevistas a los personajes que he citado anteriormente pero también reconozco que para las familias de la víctimas tiene que sentarles como si les estuvieran matando poco a poco y como si encima de la muerte en vida que soportan, les estuvieran restregando sal en las heridas. Lo de las marcas… pues yo pienso que ni conciencia ni nada: acojone ante el boicot que se les venía encima, puro y duro. Si hubieran tenido tanta conciencia y tanta ética, habrían retirado la publicidad en el mismo momento en que se anunciaron los contenidos (porque el contenido se supo con una semana de antelación).
Por otra parte, lo que me repateó de este ataque de dignidad de muchas de estas marcas fue que se llevaron las manos a la cabeza por la falta de ética de esta entrevista cuando ellos, la ética, ni la conocen. Para no explayarme más, en este blog se explica perfectamente:
http://www.ellibrepensador.com/2011/11/08/la-noria-y-sus-dignos/