Esta mañana me he despertado con la noticia de hay una productora intentando vender a las televisiones españolas un «nuevo» formato televisivo basado en el conocido ¿Qué apostamos? y no he podido pensar en otra palabra que no sea REGRESION.
Una década después de que 24 revolucionara la forma narrativa de la ficción, de que Perdidos explotara el buzz de las redes sociales al máximo, de que los realities dados por muertos hayan demostrado seguir en plena forma a pesar de la fragmentación televisiva ¿cómo es posible que se produzcan estos retrocesos? ¿de verdad está todo inventado ya y solo nos queda reinventar el pasado? ¿es una cuestión económica derivada de la falta de presupuesto y la aversión al riesgo? ¿o es una corriente cíclica que hace que ahora toquen programas blanditos y familiares?
De todas las respuestas posibles, me inclino por las dos últimas, las que apuntan a que la crisis trae consigo una vuelta a formatos clásicos que en su momento fueron grandes éxitos de audiencia, con la confianza de revivir este atractivo en una franja de población que aún recuerda el original, como quién vende rosquillas con la fórmula de antaño. Ahora que las familias podrían estar regresando al salón para disfrutar del entretenimiento juntos porque su bolsillo no da para salir a cenar, al cine o a tomar unas copas, se imponen unos formatos más blancos, unos que nos hagan creer que todo va a cambiar, que todo estará bien y que lo importante es ser felices y querernos mucho los unos a los otros. A mí que me perdonen, pero el concepto suena tan aburrido como el recuerdo que tengo de este tipo de programas.
En el panorama audiovisual español creo que hemos vivido un pico de intensidad dramática rematado con la renuncia de Antena 3 a seguir luchando por la audiencia con programas del corazón como ¿Dónde estás corazón? y la polémica aún no cerrada del todo de La Noria. La suma de estas dos cosas ha derivado en un panorama televisivo bastante distinto en el que unos han transformado su parrilla primando la buena imagen frente a la conquista del share por encima de todo, mientras que los otros siguen fieles a su público, reivindicando su derecho a emitir contenidos algo más estridentes aunque con una evidente rebaja del tono general plasmada en campañas solidarias de todo tipo.
Mientras tanto y con sus problemas económicos y directivos, TVE apuesta por meter series en un cajón y recuperar películas clásicas y a Ramón García.
Pues aún recuerdo la vuelta del 1,2,3 hace no demasiado, que duró dos telediarios…