Algunos de los programas de Telecinco están desde hace tiempo en el punto de mira de todos, desde que las marcas descubrieron que sus clientes también saben organizarse cuando se cabrean. Aunque las circunstancias del resto de programas no son en absoluto las mismas que llevaron a La Noria a sufrir el abandono masivo de sus anunciantes, debemos suponer que en la cadena todos se andan con pies de plomo desde entonces, conscientes como son, pese a las declaraciones de poderío y pasotismo que hacen en cada nueva oportunidad, de que sus métodos son a veces peligrosos.
En estas estaban cuando la nueva edición de Gran Hermano abría sus puertas, una nueva edición de uno de los realities más exitosos del mundo que en España goza de una excelente salud y que en no pocas ocasiones ha sido acusado de promover el machismo, la xenofobia, la violencia y vaya usted a saber cuantas cosas más. Su incombustible presentadora, Mercedes Milá, ha sido siempre su mejor embajadora y la defensora número uno del entretenimiento convertido en experimento sociológico, como a ella le gusta llamarlo, pese a que hace ya unas cuantas temporadas que dejo de serlo. Sin embargo, ante las circunstancias generales a las que se enfrenta, la defensa a ultranza de la Milá puede no ser suficiente, máxime cuando el debate resumen de los domingos seguirá estando dirigido por un Jordi González que tardará en quitarse la etiqueta de bocachancla que merecidamente se ha ganado en todo el asunto de La Noria.
A nadie escapa que estas polémicas no hacen otra cosa que alimentar el morbo del programa, cuyos espectadores por otra parte, son fans de los buenos y seguro que no tendrán pensado abandonarlo por lo que haya podido pasar en otros momentos y en otros programas, pero no es menos cierto que los problemas de imagen creados van más allá de los propios espectadores del programa y el canal, afectando a las marcas y su relación con los clientes, sean estos espectadores de Telecinco o no… y ahí está la cuestión más importante en todo este asunto, cuestión que convierte la audiencia de determinados programas en un dato que no sirve para avalar ninguna actitud ni comportamiento. Ellos lo negarán en público y para muchos es su obligación hacerlo, pero todos lo saben (lo compartan o no) y algunas actitudes les delatan.
La principal en este caso: la genialérrima idea de subastar una plaza en la casa de Gran Hermano cada semana (algo que ya se había hecho de forma similar en otras ediciones internacionales), subasta cuyas ganancias irán a parar íntegramente a la Cruz Roja, convirtiendo un programa polémico como este en una potente arma de solidaridad. En la Cruz Roja ya se frotan las manos. En los comedores y centros asistenciales que regentan esta mañana se respira otro ambiente. Gran Hermano es una bendición, Telecinco la mejor y la campaña de imagen una ideaza.
Señores de Telecinco, tienen todos mis respetos y mis alabanzas a su capacidad de retorcer las cosas, tanto si es para crear polémicas absurdas y alimentar sus programas como si lo es para lavarse la cara de esta manera.
Pues enhorabuena para cruz roja si así va a ganar mas pasta, yo desde luego con todas las ONG´s que hay en el mundo elegire otra a la que dar mi pasta, me apena por ello pues Cruz Roja es desde luego de las que mas saneadas estan y mas ayudan, pero no quiero que mi dinero vayan a una ONG que se «alia» con esa panda de telebasuras, chulos, prepotentes, qu se la suda a proteccion de el menor etc.