¿Le sorprende a alguien? A mí desde luego no, por más de un motivo igualmente poderoso.
Es cierto que en cine el 3D se ha convertido en un gran aliado de las productoras, las distribuidoras y las salas, convirtiendo la experiencia en un valor añadido, haciendo que las gente tenga más interés por acudir a las salas en lugar de esperar el estreno de la película en televisión o DVD y consiguiendo además que se pueda cobrar más por cada entrada. Desde luego, parece una situación idónea pero ¿realmente los espectadores están deseosos de ver la opción 3D en lugar de la tradicional? No lo tengo claro y he visto numerosos comentarios sobre lo cansado que es ver una película entera en este formato y cómo el 3D no termina de ser perfecto cuando la película no está directamente rodada con esa técnica, sino que se aplica en postproducción para poder tener las dos opciones. Yo misma prefiero ver la versión normal porque me resulta incómodo tener que llevar las gafas y estar obligada a centrar la atención en lo que tengo enfrente, con el consiguiente cansancio ocular y molestias una vez ha terminado la película.
En televisión ocurre algo parecido. Pagar un extra por ver una película en 3D puede ser una opción cuando se trata de un euro por entrada y es algo puntual pero, plantearse cambiar de televisor o pagar más por un modelo para tener imágenes 3D todo el tiempo, esas casi cuatro horas de media que pasamos al día frente al televisor, es otra cosa. Además, la tecnología ha llegado en un momento crítico en el que los hogares se han visto obligados a renovar su parque de televisores muy recientemente, para adaptarse a los formatos 16:9 y a las emisiones digitales, por lo que introducir un elemento más que no es imprescindible y que tiene sus inconvenientes, no parece suficiente motivo para que el usuario medio sienta la necesidad de cambiar.
Aparte del factor económico, surge el problema de las gafas. Aunque los datos apuntan a que cada vez consumimos más televisión solos, no es menos cierto que la tele del salón sigue siendo el centro de atención de muchos hogares y, si necesitamos unas gafas para cada miembro de la familia, por un lado, la factura vuelve a subir sustancialmente y, por otra parte, estar con las gafas puestas nos impide realizar otras tareas comfortablemente, algo habitual mientras disfrutamos de la programación televisiva. Si tenemos en cuenta que además los principales eventos que mueven la adopción de las nuevas tecnologías son los deportivos, el número de miembros del hogar frente al televisor aumenta, dificultando el disfrute del 3D por parte de todos y haciendo que en no pocas ocasiones se termine por desconectar la opción.
Por último, las cadenas de televisión tienen serios problemas financieros, las productoras están recortando por dónde pueden para ajustarse a los presupuestos (no hay más que ver la calidad de los chromas de algunas de las principales series americanas del momento) y quizá el 3D sea ahora la menor de sus preocupaciones, por lo que el usuario se encuentra con muy poca oferta dedicada que compense el gasto extra y la incomodidad añadida. Es cierto que algunos televisores adaptan la emisión a 3D sea cual sea su origen pero, como ocurre con las películas, no es lo mismo.
No sé si volveremos a ver un despunte de la tecnología cuando la economía esté recuperada o si directamente nos saltaremos este paso e iremos directamente a un 3D sin gafas y sin televisión en unos cuantos años pero, lo que si parece claro, es que, ahora, no es el momento.
mi experiencia en el cine es que las pelis en 3d se ven mas oscuras con las dichosas gafas y para los que llevamos las nuestras de serie es incómodo llevar dos gafas a la vez. No tengo ninguna prisa para comprar una tele 3D