No será el primer servicio, ni por supuesto el último, que se lance de forma gratuita a la red para luego, entusiasmado con su grado de aceptación, caer en el error de cerrarse al pago y perder todo su hype.
Los cifras de tráfico de la oferta online de los productos Mediaset son excelentes: desde el consumo de vídeos con lo mejor de cada programa, a los visionados de episodios sueltos que los seguidores de las series se han perdido o directamente siguen online, es cada vez más satisfactorio, proporcionando a la empresa la idea de que el producto interesa tanto como la propia emisión televisiva tradicional y generando un evidente interés por monetizar esa atención.
Sin embargo, es muy posible que exista un grave error de base y que el principal elemento de interés de estas descargas sea la facilidad de acceder a ellas, lo cómodo de pinchar en un enlace y tener a mano el episodio que no pudiste ver o te dormiste en el sofá, esos mejores momentos del reality que sigues cada semana y justo ayer te perdiste. ¿Pagaría alguien por ello aunque fuera una módica cantidad?
Evidentemente, existe un público dispuesto a gastar dinero para tener acceso a estos contenidos, especialmente si tenemos en cuenta que la cantidad no será desorbitada. Es muy posible incluso que el número de personas dispuestas a desembolsar dinero por acceder a estos contenidos sea suficientemente importante como para que, en términos económicos, suponga un buen pellizco presupuestario pero ¿merece la pena?
Creo que es bastante evidente que el negocio de revender los contenidos ya emitidos en abierto no es un negocio que por sí solo pueda sustentarse. Es curioso ver como las cadenas se plantean darle la vuelta a la cadena de explotación de las ventanas, ofreciendo primero los productos sin coste para posteriormente pasar a pedir dinero por ellos mientras, al mismo tiempo, se repiten una y otra vez en canales secundarios del mismo grupo. Suena algo surrealista, pero ese es el planteamiento de una oferta online de pago y hasta encontrarán quién lo pague.
Sin embargo, este planteamiento del negocio deja fuera un elemento en mi opinión fundamental, que no es otro que la importancia de la retroalimentación de contenidos. Del mismo modo que nunca he entendido por qué algunas cadenas, si no todas, se resisten a ofrecer el código para embeber sus vídeos en cualquier otro medio, permitiendo así que sus programas se viralicen al máximo, que se restrinja el acceso a los contenidos por medio de una barrera de pago me parece igualmente limitado e intuyo que puede llegar a tener un efecto negativo en el consumo general del principal negocio del grupo: la televisión en abierto.
Si a todo ello sumamos un coste más, por pequeño que sea, a la miríada de micropagos que pretenden que hagamos por cada nueva plataforma de vídeo online que aparece con sus contenidos particulares, no nos van a llegar las pestañas ni el sueldo para ver tanta cosa.
Que sigan pidiendo dinero por contenido que se puede ver en 50 sitios más. Que sigan creando miles de miniplataformas para cada cadena. Que sigan prohibiendo a otras plataformas emitir sus contenidos. Que sigan prohibiendo los videos embebidos. Que sigan pretendiendo que paguemos por ver el video del minuto 42 del programa 54 del día.
Mientras sigan pidiendo todo eso, nadie irá a ver sus contenidos a sus plataformas y buscará la manera más sencilla de acceder al último episodio emitido, que casualmente está disponible en 34 páginas web que no tiene nada que ver con la cadena que está más preocupada por hacer pagar a sus telespectadores que por ofrecerles su contenido de una manera fácil y cómoda.
Luego saldrán leyes Sinde y los «creadores» dirán que la piratería está acabando con la industria, pero coño, si son incapaces de sacarle partido a un medio como Internet, cómo se atreven a criticar que yo me vaya a Youtube antes que a la web de Antena3??