Termina el primer episodio de Pulseras Rojas y Juanti, sentado a mi lado, en absoluto silencio los dos desde hace 40 minutos, me pregunta ¿qué te ha parecido? Con un nudo todavía en la garganta, le respondo «me ha gustado mucho, pero no sé si seré capaz de verla entera».
Empieza la rueda de prensa, con dos de los protagonistas más el director y el guionista, un Albert Espinosa que confiesa haber pasado 10 años de su juventud en un hospital, víctima de un cáncer que se llevó por delante una pierna, un pulmón y parte de su hígado, una anécdota que cuenta con tal naturalidad que aún terminas más sobrecogido de lo que estabas al terminar el visionado. Pero así es Albert y así es la serie, al menos en esta primera entrega en la que vemos cómo un conjunto de niños y adolescentes intentan sobrevivir como gente normal a las distintas enfermedades que les retienen en un hospital en el que intentan, no sin dificultad, ser ellos mismos.
Habíamos leído muchas cosas de Polseres Vermelles cuando se estrenó en TV3 y pasó a ser uno de los éxitos de la televisión autonómica catalana, un estreno que, pese a su duro planteamiento de partida, logró cautivar al público joven de aquella comunidad más que los protagonistas de El Barco, que se emitía en directa competencia en Antena 3, y hasta el punto de convertir a sus actores jóvenes en verdaderos ídolos en Cataluña y en insólitos héroes de carpetas de instituto forradas de pelados en pijama de hospital. Todo un fenómeno que, según nos contaba su director, Pau Freixas, ha logrado demostrar que la juventud está implicada en los problemas de la sociedad mucho más de lo que imaginamos y que tienen interés por cuestiones más profundas que los videojuegos de guerra y las películas de acción y sexo.
Estéticamente, Pulseras Rojas es un gran trabajo. Limitados a las cuatro paredes de un hospital y con la suerte de haber encontrado una clínica abandonada en la que hacer el rodaje, todo en el episodio fluye y hasta logra algo de ritmo dentro del inevitable ahogo que supone la vida de un hospital. La oscuridad de las habitaciones y los pasillos, choca con las grandes cristaleras que desde el fondo de algunas salas parecen llamar a los protagonistas hacia la luz. Por ellos, fluyen todo tipo de desgracias, de figurantes con cara de pérdida, de trabajadores sanitarios que, por primera vez en mucho tiempo, no son los protagonistas de la historia, sino un cooperador necesario para el desarrollo de las duras vidas de los auténticos protagonistas.
Me gustan las series que tienen varias capas de empatía con el espectador y esta sin duda conecta conmigo en una de esas capas, no necesariamente la más evidente. Pulseras Rojas es la historia de unos jóvenes obligados a vivir su juventud encerrados en un hospital, en ocasiones perdiendo parte de su propio ser en el intento de seguir viviendo, ellos son los héroes de esta ficción. Junto a ellos, en un segundo plano para el espectador pero en absoluto y desgarrador primer plano en muchos de quienes lo vemos, están sus padres, esas figuras que empiezan a desdibujarse a cierta edad y que se rompen por completo en alguna de las escenas de este episodio, tanto más intensas y duras cuanto más enteros aparecen.
En esta serie se pierde el miedo al drama auténtico, se pierde el complejo de muchas series españolas a la hora de enfrentarse a cosas que duelen, que son duras y en ocasiones aterradoras. Sus creadores se lanzan al vacío sin miedo a la lágrima, a resultar demasiado intensos, sin la necesidad de soltar un chascarrillo cuando la cosa se pone demasiado triste, aunque en el desarrollo de los diálogos encontremos no pocas oportunidades para la naturalidad, para esas conversaciones entre jóvenes que no tienen miedo a ser incorrectos, que no andan de puntillas para no herir, que son faltones entre ellos y que en este caso encuentran numerosas oportunidades para meter el dedo en la llaga y quitar importancia a una calva, una cojera o una amputación.
Me releo y me noto intensa, los adjetivos que me vienen a la tecla parecen más propios de Shonda Rhimes y sus dramas pero es que, aún varias horas después de haberla visto, aún me noto tocada y aún no sé si tendré ganas de ver más. Lo haría sin dudar si la serie fuese pura ficción para sufrir un rato, echar una buena llorada y seguir con la vida, pero me temo que con esta serie no se puede hacer eso y no sé si me apetece ¡dichoso resorte que se te queda enganchado cuando eres madre!
Steven Spielberg ha comprado los derechos y Marta Kaufmann está ya trabajando el guión para una versión americana de esta historia. Quizá entonces, con la distancia, sea capaz de verla y disfrutar del drama.
Pulseras Rojas se estrena esta noche en TNT.
Por lo que dices suena parecido a como dejaban a uno los capítulos de Six Feet Under