Vamos con un post polémico, que ya sé que esto de lo que voy a hablar va a despertar filias desmedidas por la protagonista y seguramente también alguna fobia: se trata de Ana Pastor, la flamante conductora de Los desayunos de TVE, famosa por sus preguntas incisivas, por no dejar contestar a los invitados que pretenden irse por la tangente y por aquella caída de pañuelo tan provocativa como provocadora en su entrevista de hace unos meses a Ahmadineyad.
Ana Pastor se ha hecho famosa también por sus no pocos encontronazos con miembros del Partido Popular (el último, el 17 de Noviembre con Gallardón) en las distintas entrevistas que les ha hecho, especialmente en los últimos tiempos, entrevistas de las que muchos han salido protestando y que la han llevado a estar en la picota por su presunta y fulminante destitución tan pronto el nuevo gobierno tome posesión y los responsables de TVE cambien de color. Su relevo al frente del programa que conduce cada mañana parece un secreto a voces, aunque yo tiendo a pensar que sería demasiado burdo retirarla de esta manera y que ella misma se ha dejado llevar hasta la primera línea de fuego, precisamente para estar más a salvo allí, consciente además de que, llegado el caso de que los políticos sean tan poco elegantes y sus tejemanejes tan evidentes, no le faltará sitio dónde seguir ejerciendo su labor de periodista, encumbrada además a los altares de la libertad de expresión, información y opinión. Todo se verá en pocos días.
Sin embargo, hay algo en Ana Pastor que creo se le está yendo de las manos y que podría convertirla en una periodista incisiva y generadora de gran expectación cuando entrevista a determinados personajes controvertidos o sospechosos de no querer responder a preguntas incómodas, pero antipática para el resto de invitados e incluso para sus compañeros. Esa presión que ejerce con la repetición de las preguntas no contestadas, esa rotundidad con la que pretende llevar a quién tiene enfrente a su terreno y no dejar que nadie salga «vivo» sin enfrentarse a sus incómodas preguntas, sirve para cierto tipo de entrevistas, pero es necesario adaptarse y saber que unos personajes simplemente no saben responder sin elaborar una respuesta y que otros, los propios periodistas, pueden querer construir su argumentación de otra manera, casos en los que la presión incomoda al entrevistado, al compañero y hasta al espectador.
Ocurrió esté domingo en la mesa de debate sobre los resultados electorales, mesa en la que ya he comentado cómo un exceso de duración obligaba a dar vueltas sobre el mismo asunto una y otra vez y donde los periodistas buscaban nuevas formas de decir lo mismo o nuevas ramificaciones a lo ya mencionado, intentos infructuosos de mantener su estilo que chocaban con la insistencia propia de una institutriz alemana con que Ana Pastor intentaba reconducirles para obtener una respuesta clara y directa a exactamente aquello que ella había preguntado. En ocasiones hasta parecía que iba buscando una respuesta que simplemente el compañero no iba a darle.
Es difícil cuando estás creciendo como profesional que aquello que consideras tu mejor don, aquello que todo el mundo alaba y que sabes te hace diferente, no termine por protagonizar todo tu trabajo. Sin embargo, de la misma manera que presentarte valiente frente a tus enemigos puede ser tu mejor arma de defensa frente a ellos, mantenerse de forma constante en tenso estado defensivo puede convertir a tus aliados en inesperados combatientes.
No sé si Ana Pastor está nerviosa por lo que pueda ocurrirle en las próximas semanas o es su arrolladora personalidad la que está haciéndose cada vez más presente, pero quizá no le vendría mal relajarse un poco ante quienes no «han venido aquí a hablar de su libro», porque no solo de ser el azote de los políticos vive el periodista.
[…] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos Virtudes y defectos de Ana Pastor http://www.chicadelatele.com/2011/11/23/virtudes-y-defectos-de-a… por macfly hace […]