Un poco al hilo de lo que comentábamos hace unos días sobre las retransmisiones radiofónicas de fútbol sin necesidad de estar en el campo, llama la atención la facilidad con la que hoy en día se puede montar un espectáculo, mesa redonda, charleta o programación completa a base de ver por un lado y contar lo que se está viendo por otro, generando además una agradable sensación de grupo y fomentando el muy humano sentimiento del cotilleo y la critica maliciosa.
Lo hacemos constantemente a través de Twitter, ya sea para machacar el último estreno televisivo o para acompañarnos en las tediosas emisiones en directo de algunos eventos con más publicidad que contenido, como el caso de las entregas de reconocidos premios como los MTV Awards, los Oscars o los Globos de Oro, retransmisión esta última que el cómico Ricky Gervais amenaza con comentar en directo a través de un programa propio en internet, programa al que podrían sumarse algunos de sus amigos de colmillo retorcido como Jon Stewart o Larry David.
Como todos recordaréis, Ricky Gervais ya presentó la pasada edición de esta gala con un notable éxito entre el público, aunque quizá no tanto entre sus compañeros, que se vieron ridiculizados en más de una ocasión, con alusiones a sus polémicas más habituales y un sentido del humor más ácido del que acostumbra a acompañar estos encuentros habitualmente amables de las estrellas de la industria. Los espectadores nos lo pasamos en grande y pedíamos más Gervais para este año, pero no parece que los productores de la gala estén por la labor y a estas alturas aún están buscando una apuesta segura para conducir la noche sin sobresaltos.
Si los espectadores lo pasamos fenomenal con las pullas que Gervais soltaba a diestro y siniestro el año pasado, el anuncio de la emisión de un podcast paralelo a la retransmisión de este año ha entusiasmado a todo el mundo y ya somos muchos los que estamos pensando quedarnos despiertos un año más para verlo, algo que desde la existencia de Twitter se ha vuelto mucho más llevadero. Las feroces críticas de Ricky y sus colegas pueden ser hilarantes o un total despropósito, exagerado y cruel, pero sin duda llamará la atención de todos los medios, puede que incluso más que el conductor original de la gala de este año (si es que los organizadores no optan por volver a llamar a Gervais para evitar males mayores).
Pese a que puede resultar muy divertido, yo realmente preferiría la opción tradicional y más conservadora (si es que podemos llamarlo así), la de tener a Ricky Gervais en pantalla, arriesgando e incomodando de forma muy medida a los invitados con chistes y chismes que todos hacen y comentan pero que es políticamente incorrecto tratar delante de sus protagonistas. Ver sus caras y sus reacciones en directo fue lo mejor de la gala del año pasado, constatar el atrevimiento de un guión y un conductor que no temen a nada. Trasladar esta osadía al salón de su casa mientras se bebe unas cervezas con los amigotes no deja de ser una gamberrada más, al estilo Gervais, pero con mucho menos interés al faltarnos la otra mitad de la situación incómoda. Si me dan a elegir, me quedo con lo del año pasado.