El remake de Cheers juega con una ventaja que a los que escribimos de tele nos cuesta asumir: pese a que todos la recordamos con cariño y hemos oído hablar de ella, son muchos los espectadores que no hay visto nunca Cheers o no la recuerdan y, los que la han visto, ni siquiera han visto la realidad y al final todo se queda en una excusa, la misma premisa para una adaptación a la española. Aunque los productores de esta versión han insistido en su interés por ser absolutamente fieles a la versión original, personalmente lo considero innecesario, precisamente por la cantidad de gente que no necesita esta fidelidad para estar interesado en el nuevo producto, un público que ya ha demostrado que ser fidedigno no es garantía de éxito, y puede convertirse en un problema, como ocurría con Las Chicas de Oro.
La cosa empieza mal con Telecinco, que seguro que hoy habrá perdido más de un espectador por hacer coas raras con la parrilla: si empiezas la serie cinco minutos antes de la hora a la que está anunciada y la línea argumental del primer episodio está basada en lo que ocurre en esos primeros cinco minutos, por mucho que no sea una peli de David Lynch, es inevitable perder parte del interés.
Despistado ya de la línea argumental, las primeras sensaciones son desconcertantes: es como ver Los Serrano, Resines no tiene otro registro y, al verle en un bar, no puedes evitar pensar en su presencia en aquella serie. Si además aparece Pepón Nieto, uno cree que está en una serie de Globomedia y la puesta en escena no ayuda ¿os he dicho ya que sale Alexandra Jimenez? ¿Y Adam Jezierski? Porque faltan los niños que si no…
La presencia de Ana Belén, me sobra. La de Luis Varela, un subidón ¡mira que es buen actor este hombre! Inunda la pantalla en apenas un minuto. Espero que salga con frecuencia, aunque en realidad dudo mucho que yo vuelva a verla, no es una serie para mi, es más, estoy empezando a llegar a la conclusión de que las comedias españolas no me enganchan de ninguna manera ¿defecto de las series? ¿cuestión de personalidad?
Intentando abstraerme de este detalle, creo que la serie cuenta con algo muy positivo: la capacidad de empatizar con sus personajes gracias a los actores que los interpretan. Aún siendo muy reconocibles en sus papeles anteriores, aún teniendo unos diálogos no demasiado brillantes y un referente tan adorado como los personajes originales de Cheers, logran que el espectador olvide que se trata de un remake, quizá precisamente por esos rasgos de otros personajes locales, más reconocibles que los de la serie original. Son actores que han interpretado personajes queridos por el gran público, que han estado durante años en nuestras pantallas y que mucha gente siente cercanos. Quizá por eso, Cheers logre traspasar la pantalla y encandilar a suficientes espectadores como para permanecer en parrilla y evolucionar.
Si algo me ha quedado claro después de ver los dos primeros episodios es que Cheers logra convertir en positivo lo que inicialmente podría ser un gran defecto: el hecho de que sus personajes se parezcan mucho más a otros interpretados por esos mismos actores que a los originales de la serie americana.
Como puso alguien ayer en twitter, se debería haber llamado «Los Cheerrano»