Aunque no los veo muy a menudo, reconozco que soy fan de los documentales de La Noche Temática. Para una persona entregada a la ficción como yo, la selección de piezas que TVE hace para este contenedor es generalmente muy acertada, logrando que me quede enganchada rápidamente a cualquiera de las historias que abordan, desde los alimentos transgénicos o de diseño a la enfermedad letal del insomnio.
Precisamente este último documental, emitido este sábado, me ha hecho darme cuenta de un detalle curioso que afecta a esta serie de producciones, un detalle que aún no sabría decir si es una característica buena o un síntoma de que algo falta en estos programas: se pueden seguir perfectamente sin verlos.
Me explico: dada la hora a la que se emiten, más allá de las doce de la noche, una que ya tiene una edad, tiende a dar alguna cabezadita, por muy interesante que sea la cuestión que abordan y con la tranquilidad de que, si finalmente caigo del todo, puedo retomar el programa en la web (como de hecho tuve que hacer ayer). Así, no es la primera vez que sigo unos cuantos minutos del documental con los ojos cerrados, casi dormida, pero sin perder un ápice de la historia que están explicando.
En un primer análisis, se me ocurre que esta característica prueba la existencia de un buen guión y un desarrollo extraordinario del mismo pero ¿es suficiente? Si tenemos en cuenta que estamos ante un programa de televisión y no uno de radio, que tenemos el apoyo de la imagen, de la que dicen que puede valer y aportar más que mil palabras, el hecho de que no sea necesaria para seguir el documental me hace plantearme si, lejos de ser una virtud de los mismos, sea un gran defecto: el de desaprovechar las posibilidades que nos ofrece el apoyo visual para explicar nuestra historia.
Sigo analizándolo.
Parece una buena pregunta para Bloguionistas.
Saludos!