Cuando he leído que las marcas Jersey Shore y Abercrombie & Fitch estaban en la misma noticia, lo primero que ha pasado por mi mente ha sido sorpresa. Cuando he leído la noticia completa, he comprendido que no iba tan desencaminada y que la imagen que una y otra marca tienen en el imaginario colectivo son sin duda incompatibles, o al menos eso es lo que unos y otros intentan.
Conseguir que personajes populares de la televisión utilicen determinadas prendas de ropa, calzado o incluso perfumes es algo muy buscado por las compañías, por su influencia en el público que sigue a esos personajes y su probada rentabilidad, especialmente si hablamos de un público joven, fácilmente influenciable y muy consumista. Sin embargo, estas prácticas pueden volverse en contra de una determinada marca, caso de que el famoso en cuestión no tenga las características que se busca promocionar, esas virtudes aspiracionales que se intentan transmitir en spots publicitarios, revistas e incluso regalando producto a otros famosos que sí cumplen con la imagen buscada.
Pero a Abercrombie & Fitch le ha pasado todo lo contrario, una marca que persigue una imagen pijita, que se ha posicionado en un nivel alto de consumo, se encuentra de repente con que uno de los protagonistas más macarrillas de uno de los programas más chonis de la televisión luce sus modelitos cada vez que sale en pantalla, perjudicando notablemente la imagen que les gustaría transmitir. Ante este panorama, y dado que no pueden prohibir a nadie que utilice sus modelos, Abercrombie se plantea pagar a este protagonista para que deje de utilizar su ropa, convencidos como están de que afecta negativamente a su imagen de marca. Así lo comunican en una nota de prensa en la que informan de esta propuesta, que han hecho extensiva a otros miembros del reality e incluso a la productora, para que dejen de utilizar su ropa.
Con la crisis publicitaria que hay en televisión y lo complicado que es encontrar financiación, ya me estoy imaginando a determinados programas de televisión llamando a las marcas más pijas para pedir patrocinios a cambio de que sus protagonistas no vistan sus modelos. Suena a chiste, pero recordemos el famoso numerito de Belén Estéban cuando Rosa Clará no quiso venderle un vestido de novia o una reciente intervención de Josie en Sálvame en la que presentaba ropa de un conocido diseñador (no recuerdo cual era), pero no permitía que los colaboradores se la probaran por petición expresa de la marca.
¿Se ha abierto un nuevo cauce de financiación de los programas de televisión o se trata únicamente de una preocupación más para las marcas
en unos tiempos en los que determinadas actitudes y personajes son los más relevantes en televisión aunque no sean los más aspiracionales?
Algo parecido le paso a burberry en uk. La marca llego a ser simbolo de los «chavs»