Seguimos sin entenderlo, nos enfadamos, pataleamos y luchamos contra imponderables, sin darnos cuenta de que hay cosas que no tienen remedio y además son imposibles: una de ellas, evitar que la presencia de Isabel Pantoja en un plató de Telecinco ayer noche se convierta en lo más visto de la jornada, con hasta un 44% de share en su momento álgido, emitido certeramente al terminar Gran Reserva, habitual ganador de la noche de los jueves.
Lo extraño sería que hubiera sido de otro modo, porque pocas cosas más televisivas se me ocurren que el numerazo Pantoja-Jorge Javier de ayer. Esta mañana he visto el resúmen y no tengo dudas, si Isabel no ha cobrado por esta actuación, que supongo no lo habrá hecho, en Telecinco deberían hacerle un monumento a la entrada de Fuencarral (el pueblo) o, como poco, colgar una foto suya en ese paseo de la fama que tienen en los pasillos.
La presencia de Pantoja ayer en Supervivientes tenía todos los ingredientes necesarios de un buen guión, uno cocinado a fuego lento desde hace más de veinte años, momento en que la protagonista se convertía en viuda de España, dejando atrás a la persona que un día fue y naciendo «el personaje». Los episodios de su vida después de aquello han formado parte esencial de la historia de la prensa rosa, alimentando programas de toda índole y sin los cuales algunas de las más conocidas figuras mediáticas de la pantalla rosa jamás habrían llegado a dónde están.
En numerosas ocasiones por sus propios actos, en otras por pura especulación, si hay un sitio donde Isabel Pantoja ha sido arrastrada por el fango, ese ha sido Telecinco y, sin embargo, tras todas esas bofetadas, nada que una madre no haga por su hijo y ayer, el que hubiera podido ser el ganador de Supervivientes, lejos de protagonizar la noche de su regreso a España, desapareció por completo de la escena para dar paso a su madre, adulada, peloteada y encumbrada a los altares telecinqueros con la misma intensidad que semanas antes y desde hace veinte años la habían destrozado. Y ella, madre entre las madres, lo aguanta todo, perdona, se muestra simpática, canta y hasta desfila, sacando todo su arte por «su pequeño del alma».
¡Como no iba a hacer más de un 44% de share! Si datos así los hacían los culebrones venezolanos hace ya décadas.
Y claro, con datos como estos ya empieza mucha gente a quejarse, de que si los informativos no tienen la misma audiencia, que si los debates parlametarios no interesan y de que así nos va por culpa de lo borregos que somos. Y yo no puedo estar más en desacuerdo porque, asumámoslo, la política es muy aburrida y un debate parlamentario, el colmo del espectáculo antitelevisivo: no hay tensión, no hay emoción, ni drama, ni risas y mucho menos una historia coherente ¿quién es capaz de aguantar una sesión entera? ¡Si no la aguantan ni Sus Señorías, que se dedican a esto!
Podemos molestarnos porque la sociedad esté poco interesada o poco implicada en las cuestiones verdaderamente importantes que afectan a nuestro día a día, por supuesto que podemos y hasta me atrevería a afirmar que es nuestro deber ciudadano, pero eso no quiere decir que no podamos utilizar la televisión para evadirnos. Que el momento de escape del día sea ver a una madre y su hijo quererse por encima de las dificultades, por muy falso, estereotipado, guionizado o interesado que sea, es lo más natural del mundo y, en última instancia, lo que mueve a las personas en su vida: la pasión y el amor. Si encima Telecinco te lo adorna como saben hacer estupendamente, la lógica es aplastante y se llama 44% de share.
¿porque suponer que Pantoja no ha cobrado por la aparicion?.