Lo que más me gusta de Contreras es que, cada vez que abre la boca, como Vasile, nos da un titular y en no pocas ocasiones, inspiración para escribir una entrada en el blog. En ocasiones estoy muy de acuerdo con ellos (he de reconocer que coincido más con Vasile, pese a su chulería, es como el Mou de la televisión), pero otras me parece que pierden el sentido de la lógica televisiva y se limitan a protestar por cosas que son inevitables en el negocio o que ellos mismos han promovido y de las que ahora reniegan.
Es el caso de las últimas protestas de Contreras en una mesa redonda en la que participó ayer, en las que afirma que los anunciantes tienen la responsabilidad de luchar contra lo que califica de telebasura, atacando directamente a Antena 3 y Telecinco como representantes de la televisión que prima la cantidad frente a la calidad. Como siempre, generalizar es malo, pero decirle a los demás como tienen que hacer su trabajo, tampoco es buena idea.
Coincido con el Sr.Contreras en que los anunciantes tienen la misma responsabilidad que las cadenas y los espectadores a la hora de aupar un cierto tipo de televisión. Existe un círculo vicioso (o virtuoso en algunos casos) que lleva a la televisión a producir programas que la gente demanda (causa) o a los que la gente se aficiona (efecto) y que son aquellos en los que los anunciantes quieren estar. Cualquier punto de este círculo donde atajemos el problema lo elimina de raiz, por tanto son tan culpables unos como otros y, si me apuráis, los anunciantes, aun siendo los que en última instancia ponen el dinero, son los que lo tienen más complicado a la hora de interrumpir la dinámica. Si los espectadores se enfrentan a estas marcas, como ocurre frecuentemente en EE.UU., tendrán más cuidado e incluso se retirarán de algunos programas, como efectivamente ha ocurrido allí, pero necesitan una señal y nosotros como espectadores no se la estamos dando. Pedirles que sean ellos los que den el primer paso es muy fácil, atreverse a darlo no lo es tanto. Se entraría además en una dinámica en la que los anunciantes podrían vetar ciertos programas por no coincidir con su ideología, por ejemplo, y estaríamos entonces protestando porque atacan a la libertad de expresión. Muy complicado.
Se queja también Contreras de que la supresión de la publicidad en TVE solo ha conseguido hacer más ricos a Telecinco y Antena 3, paradigmas para él de esta telebasura que critica. Por un lado, discrepo totalmente de que Antena 3 caiga en el mismo saco que Telecinco en este asunto, toda vez que el único programa que le queda de lo que algunos consideran telebasura, es DEC y apenas ocupa un par de horas de la noche-madrugada de los viernes. Tampoco soy partidaria de llamar telebasura a Sálvame y otros programas por el estilo que emite Telecinco pero, siguiendo los argumentos de Contreras, me parece evidente que no hay comparación. Y también habrá quién piense que utilizar a un menor para criticar a la competencia no es muy elegante.
Al margen de estos adjetivos, que la tarta publicitaria no se haya repartido como le gustaría a La Sexta no es un problema de los anunciantes, que van allí donde hay negocio, como cualquier empresa que quiera sobrevivir. Si a ellos no les ha tocado un pellizco tan grande como esperaban, será porque no son suficientemente competitivos, eso se llama ley del mercado y es la que obliga a que las empresas evolucionen o mueran, como las especies. Cuando hay empresas que te llevan más de 20 años de ventaja en el negocio, también se llama lógica.
Es cierto que cuanto más grande es una empresa, más facilidades tiene para aplastar al pequeño, tirando precios, apretando a proveedores, abusando de su músculo financiero para poner al límite a la competencia y vaya usted a saber cuántas cosas más que desconocemos y que seguramente nos harían sonrojar, pero eso no justifica que los actores menores del sector pidan casi, casi ser subvencionados por los anunciantes. ¿Harían ellos eso mismo si estuvieran en su lugar?
Pienso que muchas veces cuando hablan, lo hacen simplemente para dar titulares y conseguir publicidad gratuíta. Por supuesto no importa tener que hacer uso de un cinismo mayúsculo.