Esta mañana he asistido a un visionado de Crematorio, la nueva serie de producción propia de Canal + que se estrena el próximo mes de marzo. Bajo el sello Originales Canal +, la televisión de pago por excelencia en España está intentando convertirse en el HBO patrio y, a la vista de esta nueva producción, el proyecto promete.
Antes de empezar el visionado nos anunciaron que se emitirían tres de los ocho episodios de los que consta la serie, algo un tanto arriesgado, pues si la serie no gusta, tres episodios pueden hacerse eternos y, si por el contrario es un acierto, puede saturar al espectador y hacer que el producto pierda parte de sus virtudes. Sin embargo, dos horas y media después, yo me hubiera quedado allí viendo otro par de episodios más y eso que el ritmo narrativo es tremendamente pausado.
Crematorio es una serie buena, muy bien hecha, con unas interpretaciones excelentes en las que nadie chirría y con un soberbio Pepe Sancho en el papel protagonista, un promotor inmobiliario sin escrúpulos convertido en el amo de gran parte de la costa levantina. Alicia Borrachero es su hija, Aura Garrido, tan presente últimamente en televisión, interpreta a su nieta y Juana Acosta a su nueva y jóven novia. Todos ellos están fantásticos, pero no son los únicos, el casting es realmente destacable.
En este intento que mencionaba al principio de convertirse en la HBO española, la serie destaca frente a otras que hemos visto en televisión en abierto, no solo por la calidad técnica y el presupuesto que se intuye tras la producción, también por dos elementos narrativos poco habituales: el sexo y la violencia. Si, las series españolas tienen sexo y violencia, pero el tratamiento es diferente, más adaptado a todos los públicos, más ligero, en ocasiones incluso gratuito y pueril para atrapar sin mayores complicaciones la atención del espectador, aquí no, aquí tiene sentido, es adecuado a la historia y no llama la atención por estar fuera de contexto.
La historia de Crematorio es tan sencilla como cada una de las tramas que muestra que, sin embargo, logran enredarse entre si para conformar una complicada red de extorsiones y cadenas de favores que desde el principio sabemos que no pueden acabar bien. Tenemos la suerte además de que en tan solo ocho episodios la historia habra terminado y no habrá segundas temporadas para las que abrir nuevas tramas o alargar inutilmente los acontecimientos y eso hoy en día es un lujo para cualquier producción, libre de la tiranía de las temporadas renovadas.
Solo una cosa no me ha gustado de la serie: su cabecera, con un tema interpretado por Loquillo y que no guarda relación alguna con el ambiente de la historia, tan oscuro, tan mezquino, tan de catástrofe a punto de suceder. Frente a ello, el tema musical es animado y anticuado y llama más la atención por su falta de relación con la historia cuanto más se escucha. Por si esto fuera poco, Juanti me recordaba la mucho que esta cabecera se inspira en la de True Blood, hasta ser casi una copia de aquella. Es como si los responsables de la misma nada tuvieran que ver con los de la historia que se cuenta después.
Pero es tan solo una cabecera que no debe desmerecer las muchas virtudes del conjunto. Los que decían que nos encontrábamos ante una serie excepcional, no se equivocaron y es una pena que solo unos pocos la vayan a disfrutar porque, aún siendo un claro producto de televisión de pago (duración de los episodios incluida) esta serie habría funcionado muy bien también en abierto, estoy segura.
¡Qué ganas de verla!