La primera impresión al ver El Barco es la de una innecesaria utilización de la figura de la niña pequeña «taaaaan mona», que luego resulta que se pone a narrar en off y tienes ganas de matarlos. Además, es como si hubieran rescatado a la pequeña de El Internado y uno no puede evitar pensar que la cosa empieza con mal pie, como una mala copia de aquella, que se refuerza con la presencia de Irene Montalá y la guapísima Blanca Suarez.
En los primeros diez minutos ya sabemos quienes son los buenos, quienes los malos, qué parejas se van a formar o a tener esa tensión sexual no resuelta, tan aparentemente necesaria para que una serie funcione, o quienes circularán por la fina línea del bien y del mal, poniendo a prueba sus convicciones y ética.
La producción está muy cuidada, la presentación de personajes logra ser fluida y clara y los actores tienen unas interpretaciones correctas, aunque alguno no parezca estar del todo cómodo en su papel, como Juanjo Artero. Los diálogos, muy Globomedia, con toques de humor al estilo Los hombre de Paco que prometen alguna sonrisa y algunos otros innecesarios como «el mar es mi sueño, por eso estoy aquí señor», que podríamos considerar patéticos de no ser por la cantidad de veces que hemos escuchado cosas parecidas en los Fama y OT de turno. La frase es ridícula pero, tan real.
Entre tanto actor conocido por otras series de éxito, alguno menos habitual, pero prometedor, como Marina Salas, a quién ya pudimos ver en una destacada interpretación en El Pacto.
Lo más novedoso de El Barco es su apuesta por Twitter, creando perfiles para todos los personajes, perfiles que se actualizan durante toda la semana como si fueran reales (hay que echarle imaginación dado que el mundo ha desaparecido y algo me dice que los servidores de twitter también 😉 y que, una hora antes de la emisión de cada episodio, lanzan lo que han llamado twittersodio, que no es más que una trama complementaria a la serie, desarrollada a través de los diálogos de los personajes con esta herramienta. Si esto te parece demasiado, puedes seguir únicamente el perfil del barco.
La serie no sorprende, pero eso también tiene cosas buenas y es que no defrauda, pues todos sabíamos que lo más probable era que El Barco fuera una recreación de El Internado, pero en alta mar. Hubiera sido interesante compaginar las tramas del barco con las de tierra, lo más mundano de las relaciones personales con lo científico y la tensión de un posible cataclismo pero, dado que esta última posibilidad la dinamitan en el primer episodio, tendremos que conformarnos con un atracón de madera y agua.
También podría haber dado juego el personaje de Ulises como polizón y que solo la niña sepa de su existencia, sin embargo, también cierran esa línea argumental en el primer episodio, aunque crean un héroe tan incómodo como tierno. Que más adelante puedan hacer algo novedoso con las tramas es algo que está por ver pero, por el momento, y con las pruebas evidentes de los datos de audiencia, el público al que va destinada esta serie parece estar satisfecho y pinta que tendremos serie para rato.
De los desnudos, las faldas cortas, las duchas comunes, las camisetas mojadas o la escena final con los musculitos y los bikinis, de leopardo y todo, mejor ni hablamos… y de los acordes tipo Lost menos.
Los acordes de Lost se me clavaron en el corazón, espero que no pasen del primer capítulo.
Marina Salas siempre es lo mejor de todas las series en las que participa, de lo mejorcito de la esplendida «Desaparecida», muy bien en «Hay alguien ahí», genial en «El pacto» y apuntando muy buenas maneras en este desparrame de nalguipechos acuáticos. A ver cuando le toca un protagonista.