Si me seguis en twitter ya sabréis que ayer estuve de visita en el plató de El Hormiguero, un experiencia divertida y que me reafirma en mi idea de que la televisión en directo es algo completamente distinto al resto de los programas, tanto para el espectador, bien sea en plató o en sus casas, como para los profesionales que se encargan de sacarla adelante. Esos subidones de adrenalina con la cuenta atrás, esa energía que se mantiene en todo el equipo desde unos minutos antes de que se encienda el piloto rojo de la cámara hasta varias horas después de haber visto como se apaga, no existen en otro programa y el ambiente que se crea es imposible de reproducir.
Por los pasillos tuvimos oportunidad de charlar animadamente con Jorge Salvador, dueño junto con Pablo Motos de 7 y acción, la productora del programa y al que muchos recordaréis por Crónicas Marcianas, un gran profesional con millones de horas de directo a sus espaldas que aún conserva esa capacidad de vivir y emocionarse con cada nuevo programa. Me lo imagino cada mañana con su café, aún en pijama, consultando las audiencias del día anterior, con los nervios de punta esperando EL DATO, un numerito de nada que puede convertir tu vida en un infierno de tensión o darte una palmadita en la espalda y 24 horas más de vida.
También charlamos con Pablo Motos, jovial y accesible, me atrevería a decir que también tímido, aunque luego frente a las cámaras y el público parezca que tiene todo dominado. No es un secreto que presentarse frente a dos millones de personas cada noche es un reto que no todos podríamos aceptar y Pablo lo saca adelante, con mayor o mejor fortuna dependiendo del invitado, pero sin estridencias.
En un programa como este, los minutos previos a entrar en el aire acostumbran a ser caóticos, o al menos tensos: gente corriendo de acá para allá, piezas que se montan en el último instante, elementos que se añaden o se caen de la escaleta. En El Hormiguero sin embargo, parece existir un engranaje perfecto y, cuando apenas quedan diez minutos para que de comienzo el programa, todos los miembros del equipo están relajadamente esperando su turno. Creo que ayer, cuando se escuchaban los avisos de tiempo para emisión era yo la más nerviosa y eso que solo tenía que llegar allí y sentarme a verlo.
El Hormiguero se ha convertido en cita obligada para cualquier personaje que esté de gira promocional. Da lo mismo que sea un escritor, un actor, un músico o presentador, con un programa tan aparentemente sencillo, se ha logrado crear un punto de encuentro entre la audiencia y los personajes que hasta ahora parecía estar limitado a programas de corte rosa, donde las entrevistas tradicionales de promoción apenas nos dejaban conocer un poco más de los profesionales entrevistados. Es cierto que a veces Pablo Motos no ha logrado sacar lo mejor de algunos de los invitados, pero no todos se prestan a colaborar con las actividades del programa de forma divertida ni esperan preguntas tan absurdas o directas y no saben como salir del paso.
Cuando asistes al programa descubres algo que en casa no puede apreciarse, durante las pausas publicitarias el invitado permanece sentado en la mesa del plató e interactúa con las hormigas, que con toda naturalidad le hacen preguntas y le mantienen entretenido. Es curioso ver como, una vez fuera de antena, los invitados charlan animadamente con un par de muñecos de trapo y lo que es aún mejor, es una inteligente manera de mantenerlos alerta y que al regreso de la pausa no exista esa necesidad de retomar desde abajo la entrevista. Estoy segura de que en estos momentos de no emisión algún invitado habrá sido más natural y divertido que luego con la rigidez de las cámaras. A ver si un día nos muestran un buen montaje de estos momentos.
Seguro que me dejo mil cosas por contar, pero no quiero extenderme más, solo me queda dar las gracias a @el_hormiguero, que además de ser un amigo, hace un gran trabajo de relaciones sociales con la audiencia, algo nada fácil de coordinar en un medio como la televisión donde todo parece tan sencillo cuando se ve cómodamente tirado en el sofá o delante de un teclado.
Comparto todo ese sentimiento de fascinanción y agradecimiento ya sea al programa, al equipo que lo hace y a esas hormiguas tan humanas, sobretodo en los intermedios.
Yo pude disfrutar hace poco y es realmente maravilloso compartir esos momentos.