Empezar una nueva serie con una escena en la que el protagonista habla a través de un micrófono en una carpa al aire libre, quizá no sea la mejor idea para atraer y atrapar al espectador, que invierte un par de minutos en intentar ajustar el volúmen de su televisor, hasta que es consciente de que la falta de calidad del sonido nada tiene que ver con su aparato. Es un problema añadido a la falta de calidad del audio de muchas de las series españolas, que dificultan la comprensión del texto y convierten a buenos actores con años de experiencia en ejemplos de mala dicción.
Pese a este mal comienzo, la serie avanza, o debería decir retrocede, dado que tras la primera escena nos vamos a los hechos ocurridos una semana antes, y pronto nos olvidamos de los defectos para meternos en esta historia de bodegueros con los más básicos argumentos de un buen culebrón: amor, infidelidades, avaricia, problemas económicos, familias ricas contra familias pobres y un pasado común que arrastra resquemores y vendettas. En esta serie, como en tantas otras de su estilo, queda muy claro desde el principio quienes son los buenos y quienes los malos y no hay nada mejor que un malo malísimo para, desde el principio, guiar las vísceras del espectador. Puede parecer muy básico, de hecho lo es, pero los acontecimientos del final del episodio (los del principio en realidad) dan al traste con este planteamiento y abren la puerta a una nueva distribución de la maldad y nuestros sentimientos.
En Gran Reserva hay detalles muy finos, apenas perceptibles, que demuestran un cierto cuidado de la puesta en escena: vestidos color vino, atención a las barras de labios y los esmaltes de uñas, con tonos de la misma gama que no parecen tener un protagonismo casual y, por supuesto, una presencia constante de la copa y el vino de rioja, que recuerda a otras series de bodegueros que no puedes ver sin que automáticamente se te antoje abrir una botella. Desde luego el patrocinio o colaboración del Gobierno de La Rioja y su producto estrella se hace presente así de la forma más sutil.
Esta serie tiene todas las bases para funcionar muy bien, pese a los pelos de Ángela Molina y la innecesaria frase en inglés de Paula Echevarría, nada complicado, mucho enfrentamiento familiar, un mundo atractivo como es el del vino y muchas cuentas pendientes. Si hace un año teníamos Herederos, desde ayer TVE nos ofrece Herederos Vinateros. Culebrones de alto presupuesto a los que es muy fácil engancharse.
Si a esto sumamos la gozada de ver una serie sin publicidad (algo que yo todavía no había experimentado) y que a las once y media de la noche uno pueda estar ya en la cama con todos los deberes hechos, el éxito está asegurado.
Tal como leía la entrada se me venía a la cabeza la serie «plaza alta» que emitía canal sur hace unos años…