Ayer la gran sorpresa televisiva de la jornada era el anuncio del fichaje de Conan O’Brien por el canal de cable TBS, una pequeña cadena alimentada de reemisiones de series de otros canales como Seinfeld, The Office o Me llamo Earl. La noticia no solo sorprendía por lo pequeño del canal, sino por las continuas pistas que desde un principio apuntaban a que Conan acabaría en Fox.
Nuevamente nos encontramos ante el dilema «cola de león o cabeza de ratón» y, en este caso, parece que Conan ha optado por la libertad y la seguridad que le ofrece una cadena más pequeña como TBS frente a las presiones de un canal que está mucho más pendiente de las audiencias, que tiene que repartir el presupuesto entre muchos más programas y además luchar con sus afiliados para conseguir que el programa se emita en todo el territorio nacional.
Con su emisión en TBS, el programa de Conan se asegura su presencia en todos los hogares americanos y en todos a la misma hora, además, se convierte en la estrella absoluta de la cadena, con una libertad creativa mucho mayor de la que pueda conseguir en cualquier canal mayoritario y, lo que quizá sea más importante de todo, sus espectadores son un grupo de gente más pequeño, pero mucho más interesante de cara al mercado publicitario por su segmentación. Las cadenas de televisión aun siguen matando moscas a cañonazos, pero ejemplos como este pueden contribuir a desarrollar un mercado distinto, uno donde se prime la calidad por encima de la cantidad y que permita convertir la fragmentación de la audiencia en una ventaja competitiva.
Analizado así, parece una buena idea ¿no?