Mucho se ha criticado el programa Invisibles que Antena 3 ha emitido los dos últimos domingos, consistente en caracterizar de indigentes a un grupo de famosos y lanzarlos a la calle a vivir sin techo, ni comida, ni dinero. Una cámara iba con ellos y nos contaban cómo se vive la vida desde el otro lado de la cuenta corriente, con todas sus miserias y sus momentos intensos (en ocasiones para mal, pero en muchos casos también para bien).
Como digo, la experiencia ha sido criticada desde muchos puntos de vista, quizá el más incisivo el que apuntaba a que se estaba convirtiendo un problema como el de la indigencia en un espectáculo moralista. Sin embargo, yo no veo nada más allá de un «no es lo mismo contarlo que vivirlo» slogan de Samantha Villar y su programa 21 días que ha pasado por la parrilla de Cuatro durante meses sin haber recibido ese tipo de crítica (si otras muchas) pero que casi todo el mundo ha interpretado como reportaje de investigación y no mero espectáculo morboso.
¿Cual es la diferencia en el caso de Antena 3 y sus Invisibles? Podría pensarse que la principal es la utilización de personajes populares en lugar de meros periodistas desconocidos, pero quizá en este caso se tratara de enfatizar la diferencia, de que personajes a los que todos somos capaces de atribuir una vida desahogada, nos identifiquemos con el brusco cambio que la indigencia puede provocar en sus vidas y así proyectar ese sentimeinto sobre terceros, completamente desconocidos, que casi con toda certeza han vivido en otro momento bajo un techo, han dormido bajo unas sábanas limpias y han tenido una cuenta corriente, por pequeña que pudiera ser.
Yo no creo que exista tanta diferencia entre ambos formatos, creo que Invisibles es una experiencia tan digna como 21 días, y no entiendo algunas críticas cuando se trata de concienciar a una sociedad de los problemas de un buen puñado de personas con poca suerte en la vida.
Por cierto, que Samantha Villar ha anunciado que deja 21 días para intentar recuperar su vida normal, algo perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que los reportajes se emitían una vez al mes y que contaban las experiencias de su protagonista durante al menos tres cuartas partes del mes anterior, un ritmo difícil de seguir cuando se trataba de meterse en la piel de los protagonistas 24 horas al día. En ocasiones hemos pensado que estábamos ante la espectacularización de algunos de los temas que se trataban o incluso hemos dudado de la veracidad de la inmersión de Samantha, pero no podemos negar que estaba haciendo un trabajo realmente absorbente y difícilmente compaginable con una vida más o menos normal.
La duda ahora es saber si 21 días continuará con otro protagonista, algo que no sería mala idea dada la aceptación que el programa tiene entre la audiencia y la repercusión que tiene en la imagen de marca de la cadena y, en general, en las conversaciones televisivas posteriores a la emisión de cualquiera de sus entregas.
Quizá buscar un formato similar al de Invisibles, donde no toda la carga recaiga sobre un solo reportero pueda ser una buena idea, si no quieren tener que estar cambiando de protagonistas cada poco tiempo. Veremos, por ahora ya están buscando sustitutos.