Llevo un tiempo pensando que Undercover Boss tiene muchas papeletas para ser el próximo reality que alguna cadena española adapte de EE.UU. y leer que en la noche del domingo fue uno de los programas más vistos en noche de retransmisiones de los JJ.OO. no hace más que reforzar mi idea (la mayor parte de las series habituales del domingo noche no se emitieron, lo que también ayudó a que los no deportistas auparan a este reality de la CBS).
Undercover Boss parte de una base bien sencilla: como su propio nombre indica, se trata de infiltrar al jefe de una compañía entre sus empleados y ver qué pasa. Algunos han acusado al programa de ser un lavado de imagen de los jefes que aparecen, empresarios que buscan hacer las tareas más duras de su empresa, en un intento por parecer humildes y currantes en lugar de ricachones que pasan el día dando órdenes y viviendo bien. El de la semana pasada, nada menos que uno de los jefes de la famosa cadena de restaurantes de comida rápida Hooters.
En el programa de estreno, el jefe parece que se dio cuenta de lo mal pagados que estaban algunos de sus empleados y de las malas condiciones para desarrollar su trabajo que tenían que sufrir, condiciones y sueldos que al parecer corrigió al final del programa. Suena parecido a El Secreto de Antena 3, con la diferencia de que en este caso se trata de sus propios empleados en lugar de grupos o personas con necesidades especiales.
Lo malo es que en este caso vemos a directivos de empresas sufriendo las normas que ellos mismos han impuesto y marchándose de rositas al final del programa en el que quedan fatal los directivos medios, que solo cumplen órdenes y no pueden defenderse de la penosa imagen que ofrecen. Esta es otra de las críticas que se hace al programa, aunque yo creo que un buen mando intermedio no tiene nada que temer si es una buena persona, por muy duras que sean las condiciones laborales que deba imponer.
El programa no ha dejado de causar controversia incluso desde antes de su estreno por cuestiones tan absurdas como el hecho de que los protagonistas no cobren un duro por formar parte del programa. Parece lógico pensar que en un programa de estas características los personajes que vemos no deban cobrar nada, pues se trata de personas reales haciendo su vida normalmente y a quienes únicamente se les pide que firmen el permiso correspondiente para salir en televisión. Sin embargo, las normas en EE.UU. son muy estrictas y la única manera de que esto pueda hacerse así es calificando al programa como un documental y no como un reality shows. Pese a ello, algunos ya se han molestado porque los trabajadores de las empresas protagonistas no vean un duro en calidad de protagonistas.
En cualquier caso, la idea suena a carne de reality de primera, porque no me negaréis que no hay cosa más morbosa que unos jefes cabrones avergonzados de sus propios métodos. Ideal en tiempos de crisis.
La idea del programa recuerda a esos príncipes de las mil y una noches que, disfrazados, se pierden entre «el pueblo» para conocer su situación real. Puestos a imaginar ¿porqué no una vuelta de tuerca más a lo Mark Twain? Príncipe y Mendigo / Jefe y Currito.
No soy capaz de imaginar un final feliz para esta historia…