El club del chiste empieza como si fuera una serie protagonizada por los que luego veremos como monologuistas, que se interpretan a sí mismos en una forma de reinventar el clásico programa de monólogos y convertirlo en una serie con el aspecto de UPA Dance y un bar como el de Los Serrano, pero sin jamón.
A diferencia de los otros programas de este estilo que hemos visto, básicamente El club de la comedia, no se trata de un gran teatro con los espectadores en frías butacas, tampoco un bar como el de los monólogos de Paramount-Comedy, sino de un plató rodeado de espectadores de pie que jalean y apoyan a los chistosillos, parece Al pie de la letra.
Anabel Alonso presenta subida a las letras CDC, que en lugar de recordar al mítico CQC a mí me ha recordado a Mar Saura y sus posaditos encima de aquellas letras que eran lo único que «habitaba» el plató de su programa (¿Cómo se llamaba que no me acuerdo? Miramé)
Para terminar de hacer diferente el formato, el público debe votar su chiste favorito, como dice Anabel «Si puedes votar a partidos que son de chiste ¿como no vas a poder votar el chiste con el que más te has partido?». Además, tenemos la posibilidad de enviar nuestro propio chiste y hasta salir en la tele ¡bieeeeeeen! Menos mal que entre los ocasionales hay una pieza de famosos contando chistes que no está mal, por eso de que siempre nos gusta ver a los famosos haciendo el tonto de una manera distinta a la habitual.
Los chistes de esta primera entrega ¿no podrían ser más originales? Porque yo no soy de chistes y me sabía la mitad. Bueno, menos mal que la cosa es corta y que está Martina Klein, que lo endulza todo.
Un programa de chistes… madre mia creo que no puede haber nada más aburrido.