Al poco tiempo de estrenarse, critiqué el programa De buena ley por considerar un engaño a la audiencia que sus protagonistas fueran actores pagados para interpretar a los litigantes. Me parecía que la fórmula no tenía ningún inconveniente siempre y cuando se avisara de esta peculiaridad, algo que no ocurría. Ha pasado el tiempo y he visto muchas entregas del programa que, pese a su discutible calidad, logra captar la atención del espectador por los casos que plantea, cotidianos, de actualidad y muchas veces intrigantes.
Que un programa cualquiera de televisión logre captar la atención del espectador es una buena noticia para quienes trabajan en él y, en este caso, creo que debo reconocerle este logro, pese a que la mayor parte del programa se base en gritos y argumentaciones de patio de colegio entre los cada vez más estridentes comentaristas del público.
Desconozco si los litigantes siguen siendo actores o eso fue únicamente para la fase inicial, para dar a conocer el programa y conseguir atraer a auténticos ciudadanos con problemas resolubles por este procedimiento. Si lo siguen siendo, también deberé alabar su buen hacer, pues consiguen parecer auténticos en su exposición de motivos y en las discusiones que se suceden. Sigo creyendo que lo lógico es que sean personas de verdad con problemas reales, pero puedo llegar a entender que una profesora enamorada de su alumno menor de edad no quiera dar la cara, del mismo modo que un portero demasiado chismoso en una comunidad de vecinos. Eso sí, que nos avisen, como en los anuncios de coches rodados por especialistas.
Mi último comentario va dirigido a los abogados que interpretan el papel de árbitros en estas disputas, tres distintos he llegado a ver, con su papel de autoridad, su base jurídica para tomar la decisión final y su, en muchas ocasiones, opinión personal perfectamente prescindible, puesto que hemos de suponer que la ley no tiene opinión sino que ejerce justicia, nos guste o no, mejor dicho, le guste al juez o no, algo que en muchas ocasiones Gustavo Larraz parece obviar.
Estoy seguro de que es cuento pero estoy superenganchado! jajaja
¿Como podria ir alguien ahí? ahora eso si, lo que creo yo es que son casos reales. Aunque hay uno igualico a un capitulo del libro de Nuria Roca según me contaron ¬¬