En mi repaso a la televisión norteamericana de la pasada semana, olvidé mencionar el programa de Martha Stewart, la versión televisiva de la perfecta ama de casa, que lo mismo cocina que prepara unas decoraciones de halloween o te enseña a cuidar las flores del jardín. Martha tiene poco ritmo, la aparente personalidad de una profesora de colegio de monjas y un gesto adusto que no invita a seguir su programa. Sin embargo, los trucos que ofrece entretienen y ha conseguido convertirse en un icono de la televisión norteamericana y una reconocida marca de productos para el hogar, desde un simple juego de cama hasta un buril para trabajos manuales. Todo ello sin que le pesen los cinco meses de carcel a los que fue condenada por utilizar información privilegiada en una venta de acciones y que poco han parecido importar a la audiencia norteamericana, que sigue dándole su apoyo..
En una sociedad que estuvo a punto de perder a uno de sus presidentes mejor valorados por un episodio sexual que en nada afectaba a su mandato, llama la atención que Martha Stewart no perdiera el apoyo de cadena y espectadores por un episodio como ese, de igual modo que no parece haberles afectado el numerito que David Letterman viene montando últimamente a cuenta de una relación extramatrimonial con una empleada que ahora le intentaba hacer chantaje .
¿Pasa lo mismo en nuestro país? Pues podríamos decir que si, en su momento Ana Rosa Quintana pasó por un vergonzante episodio de plagio cuando se descubrió que pasajes completos de una novela firmada por ella estaban copiados literalmente de otra obra previa. La presentadora se excusó echando la culpa a un tercero, que resultaba ser el verdadero autor del libro, en una respuesta aún más vergonzante que si hubiera sido ella misma la que hubiera cplagiado la obra. Sin embargo, ni entonces, ni mucho menos ahora, Ana Rosa ha perdido credibilidad alguna o ha dejado de ser un éxito para el preograma que presenta.
Lo hemos visto también con Manuel Torreiglesias, quién acusado de prácticas poco éticas como cara visible del programa Saber Vivir en TVE, ha resultado ser rápidamente contratado por otra cadena para seguir haciendo lo mismo, que si bien puede resultar aceptable en un canal totalmente privado como Intereconomía, no era presentable en la cadena pública. Y ahí está, dando a la cadena resultados bastante aceptables (aunque fuera fácil hacerlo teniendo en cuenta de dónde partía la franja).
Seguro que hay muchos más ejemplos como estos que demuestran que debía tener razón quién dijo aquello de «Que hablen de mí, aunque sea bien».
Para mí el caso más peculiar es el de Laura Bozzo, la presentadora peruana de ‘Laura en América’. Se la relacionó con el gobierno de Fujimori y se la condenó por vincularla a la corrupción de este. Lo fuerte es que cumplió tres años de arresto domiciliario en las instalaciones de la televisión desde la que grababa su programa, ya que si daba como dirección la de su casa no podía ir al estudio a trabajar. Durante tres años hizo un programa de televisión bajo arresto domiciliario. Es decir, que no se le perdonó después de cumplir la condena sino también durante. Si eso no es la carta blanca de la que hablas que baje Dios y lo vea 😛