Mujeres y hombres y viceversa es un programa considerado por muchos como un mercado de carne al por mayor, a veces lo que se vende es carne femenina, otras es masculina y en el medio hay un batiburrillo de relaciones mezcladas. Y no lo calificamos de mercado sólo por el hecho de que haya un escaparate dónde elegir, sino por los gritos, el barullo y la cantidad de verduleras y verduleros que podemos encontrar.
El programa empezó flojito en la sobremesa del pasado verano y, tras no conseguir unos resultados suficientemente buenos, se retiró de la parrilla sin fecha de regreso o cancelación definitiva. Al cabo de unos meses volvió, mas cargado de polémica interna, repescando a sus participantes más polémicos y en una nueva franja, en este caso matinal, donde ha logrado triunfar, consolidándose como una oferta firme para constituir el puente entre Ana Rosa y Karlos Arguiñano. Mientras tanto, el mayor icono de la primera fase del programa, Efrén Reyero, intenta hacerse un hueco como presentador en Antena 3, con escaso éxito.
Pero, contenido aparte y en la línea de analizar cuestiones de formato, más allá de lo que vemos en pantalla a diario, me llama la atención la falta absoluta de estructura del programa. Normalmente, cuando un equipo se plantea la grabación de un programa, todo se organiza en función de la duración del mismo, procurando adaptar los tiempos de cada pieza de vídeo que se muestra, de cada intervneción de protagonistas e invitados y, por supuesto, de su presentador. En Mujeres y hombres y viceversa, este principio fundamental no existe y el programa se basa en ir mostrando enfrentamientos entre protagonistas, llamadas de teléfono o invitados puntuales, intervenciones del público habitual o de ex-concursantes y, cuando se han cumplido las dos horas de programa, alguien le chiva a la presentadora que hay que cortar y ella se limita a decir hasta mañana y nos emplaza al próximo día con lo que se haya grabado tras la desconexión en antena.
Así, al día siguiente, gran parte del programa consiste en emitir lo que el día anterior quedó pendiente y retomarlo posteriormente en plató con la misma falta de estructura y limitación temporal. Y esto intercalando la presencia de los hombres y las mujeres como candidatos a ser conquistados. Vamos, un descontrol sin precedentes, una barra libre de participación y declaraciones que en absoluto parece propia de un programa de televisión serio.
Y sin embargo, funciona. El programa se mantiene en la parrilla y algunos de sus protagonistas se pasean por otros programas de la cadena en esta estrategia de alimentarse unos a otros que tan bien saben hacer en Telecinco (con algunas excepciones). Increible ¿será esto la nueva televisión que nos viene?.
No, me niego a creer que «ESO» sea el nuevo estilo de television…….
Pero claro, estamos hablando de la cadena de las Mama Chicho, del Tomate, etc….