Esto del verano hace que nos relajemos mucho y que no apetezca hablar de sesudas operaciones empresariales, nuevos fichajes televisivos o programas que se llevan la audiencia de la noche inesperadamente. El calorcito, o más bien el relax, invitan a hablar de sensaciones que nos provoca la poca tele que vemos y, sobre todo, de las promos de las nuevas temporadas de series americanas que ansiamos ver, aunque su llegada lleve implícito el fin del verano.
Por todo esto aun no he hablado del asunto de la malograda fusión entre La Sexta y Cuatro y sus implicaciones posteriores, desde la retomada presión para dar luz verde a la TDT de pago hasta los nuevos novios que le salen a las cadenas ahora que el matrimonio no se ha consumado.
Lo cierto es que parecía una cosa hecha, tanto que hemos visto a varios de los presentadores de las cadenas, especialmente La Sexta, bromear sobre el asunto, dando por sentado que era una cuestión de tiempo que ambas empresas llegaran a un acuerdo definitivo. Sin embargo, el resultado final de tanta negociación ha sido una ruptura, motivada, según se comenta, por la falta de acuerdo sobre el reparto de la empresa resultante, en el que Cuatro habría pedido un 51%.
A la vista de la trayectoria de ambas cadenas y desde un punto de vista completamente superficial, parece lógico pensar que Cuatro quisiera llevarse al menos un punto más de control sobre la empresa fusionada, toda vez que tiene una parrilla con resultados más sólidos y que financieramente no ha hecho un gasto brutal en derechos deportivos que podría estar lastrando financieramente a La Sexta. En este sentido, el problema de Cuatro es que depende de un grupo empresarial mucho mayor que no pasa por sus mejores momentos, económicamente hablando, y que tiene en sus cuentas también graves problemas derivados de la compra de derechos deportivos, problemas previsiblemente más graves si estos derechos deportivos se pierden.
Finalmente, ninguno ha dado su brazo a torcer y ahora ambos miran hacia fuera, buscando otra cadena que pueda echarles una mano en este difícil momento empresarial, aportando por supuesto mucho de lo bueno que ambas cadenas tienen para ofrecer. El principal problema ahora es que, tanto Cuatro como La Sexta, han destapado muchas de sus cartas en su proceso y se muestran en cierto modo «ansiosas» por llegar a un acuerdo con otra cadena, posición negociadora desde la que nadie quiere partir, pero inevitable llegados a este punto. Además, si el ansia por controlar una parte importante de la empresa resultante fue el principal impedimento para lograr el acuerdo, negociando con una cadena mayor, no tienen opción alguna y puede que finalmente acaben arrepintiéndose de no haber querido la mitad de lo que le ofrecían.
Pues a mí me parece una pena porque creo que ubieran dado mucho juego y se veía un futuro prometedor para la cadena resltante. Ahora, supongo que seguirán cojeando indefinidamente.