Esta semana ha sido noticia en los informativos de algunas televisiones la derrota de Susan Boyle en el concurso de talentos británico Britain’s Got Talent. Si lo analizamos, que este acontecimiento sea considerado un hecho noticioso es algo verdaderamente peculiar, pues ninguno imaginamos que la noticia de la victoria de Virginia en Operación Triunfo haya salido de nuestras fronteras (aunque tenga site no oficial en inglés) y nosotros mismos somos incapaces de recordar, en un altísimo porcentaje, quién ganó la pasada edición de Tú si que vales o Factor X, herederos directos del programa británico.
El valor de la noticia reside únicamente en el éxito de una campaña de marketing llevada a cabo por la cadena de televisión ITV, que ha logrado colocar dos veces ya a uno de sus concursantes en boca de todo el mundo, no tanto por la inyección de audiencia que esto pueda suponer, dado que el traspaso de fronteras no sirve para engordar estos números, como por el prestigio que añade al programa y la cadena y las posibles ventas que a posteriori generan en representación de sus ganadores. Paul Potts no hubiera vendido discos fuera del Reino Unido de no ser por la campaña mediática que generó su timidez y aspecto humilde, nadie le hubiera conocido en su reciente paso por la academia de Operación Triunfo y en cambio, merced a una extraordinaria viralización en YouTube y otros medios digitales de una también extraordinaria puesta en escena por parte del programa, ahí le tenemos, no será una estrella como otros grandes tenores de la escena internacional pero, bien asesorado, es probable que haya ganado ya el dinero necesario para tener resuelta la vida.
Con Susana Boyle ha fallado la estrategia en el último instante, quizá por repetitiva o puede que por los arreglitos que rápidamente se hizo la buena mujer cuando supo que pasaba el primer casting y que, consciente de la necesidad de arreglarse un poco, se tiñó el pelo y pasó por el peine de un especialista, algo que molestó bastante a los productores del concurso, que sabían de la importancia del aspecto desaliñado para seguir empujando a Susan en pos de la victoria. A todo esto hay que añadir la dificultad de la concursante para asumir la presión, dificultad que la tuvo semiescondida de los medios durante la recta final del concurso y que a punto estuvo de impedir que pudiera participar en la final, después de la cual hubo de ser atendida en Urgencias.
Pero, el público es caprichoso y ha decidido que la fantástica voz de Boyle quede relegada a un segundo lugar en la clasificación definitiva, dando la victoria a unos chavales que bailan estupendamente pero que difícilmente llegarán a traspasar fronteras con sus actuaciones. Tan es así, que la noticia ayer en los informativos no era la brillantez de Diversity que les había conducido al éxito, sino la triste historia del patito feo que no logró convertirse en cisne.
¿Y si la estrategia es la opuesta? La historia de Paul Potts ya la teníamos. Él conseguía la gloria. Susan Boyle no la ha conseguido. De haberla conseguido, quizá la noticia, por repetitiva, no lo sería tanto, así que abogamos al drama y a la compasión (ya sabemos que en los realities, eso vende mucho) y ya tenemos noticia. La pobre Susan Boyle no ganó, pero sigue esforzándose. Compremos sus discos!!
¿No es lo que nos vendía TVE con Soraya después de su derrota en Eurovisión?