Se estrenó anoche el nuevo programa de «aventuras» de Cuatro: Perdidos en la tribu. Un reality donde tres familias españolas se van a lugares remotos de Africa y Asia a convivir con tres diferentes tribus, sin traductores, sin maletas y debiendo adaptarse a su forma de vida en toda la extensión de la palabra.
El planteamiento del programa pinta bien, aunque tengo la sensación de que será muy difícil que no se roce o incluso entre de lleno en la incorrección política, tan persiguida en televisión en los últimos tiempos. Sin embargo, la llegada de las familias a las tribus me generó una extraña sensación de irrealidad, de sobreactuación por parte de los miembros de la tribu, como si todo fuera un gran plató donde los mejores actores encarnaran los papeles de líderes de la tribu. Puede que sea solo fruto de su contacto con gente extraña, rubios que consideran enfermos por su color de pelo o gordos que no lo están salvo que sean comparados con los muy delgados miembros de las comunidades que los albergarán. Me pregunto incluso si estas personas habrán visto alguna vez una cámara de televisión y, en ese caso, cómo se les habrá expicado que se trata de grabar un programa para la tele, que eso que están haciendo queda registrado en la cámara y se proyecta después en las casas de la gente a través de una caja cuadrada, en fin.
A las familias se les ha pedido que se integren al máximo, lo que supone comer las mismas cosas que se comen allí, vestir con taparabos y con los pechos fuera y por supuesto sacrificar animales, tanto para comerlos como para demostrar el compromiso con la tribu, a modo de reto iniciático. Tanto en el programa de ayer, donde apenas vimos a las familias llegar a los poblados, como en las imágenes que nos adelantaron de la próxima semana, vemos que los hijos serán quienes más sufran esta aventura que se les plantea. No parece que estén muy preparados para este giro en sus vidas y la integración y aceptación por parte de los líderes de las diferentes tribus es parte fundamental del concurso, necesaria para optar a un suculento premio final de 150,000 euros. En cualquier caso y como dirán muchos, lo importante de este concurso no es tanto el premio como la posibilidad de convivir en un mundo tan distinto y valorar cosas distintas a las que la sociedad española nos tiene acostumbrados. Lógicamente, se habrá seleccionado a familias que, aun siendo fuertes y comprometidas a no salir corriendo en dos días, puedan generar conflictos y dar juego televisivo, pues no tendría sentido elegir en un casting a aquellos que se mueven como pez en el agua en este tipo de entornos.
En cierto modo este concurso recuerda a Pekin Express, pues entretiene ver como unos y otros hacen esfuerzos por comunicarse por señas, como los más pobres son siempre los que más dan, volcándose con sus invitados y sobre todo ver como en nuestro mundo hay tantas cosas tan distintas y tan prescindibles sin las que pensamos que no podríamos vivir.
Solo hemos podido ver la primera entrega del programa y estoy segura de que la curiosidad hará que más de uno esté pendiente los domingos, aunque desconozco cuanto recorrido puede tener un formato de estas características sin volverse repetitivo.
Hace mucho que no veía ningún reallity, desde supervivientes cuando no habia famosos, y coincido contigo, yo creo que los de la tribu, al menos los que hablan, son actores, y si no lo fueran, tienen futuro!
Y a mi me surgieron dos dudas, cuando subtitulan a los «nativos», ¿es realmente una traducción o simplemente ponen el texto que mas les conviene? a veces parece que no se entiendan y otras responden contextualmente, es muy raro.
Si son tribus de verdad, cosa que también dudo, porque sus poblados parecen más escenarios que otra cosa, como la boda de lauren postigo, ¿como se les ha compensado para que acepten participar en el asunto? ¿realmente lo entienden o les ha estafado la tele?